viernes, 30 de abril de 2021

Querido diario, estreno cartera

 Querido diario:

¿Cómo estás, tanto tiempo?
Perdón que no te estoy escribiendo muy seguido, pero son tiempos complicados.
Otra vez cumplí años en cuarentena. Por lo menos este año no teníamos planeado un viaje que no fue. No sé si eso me alegra o me deprime más. La cuestión es que decidí que me iba a comprar una cartera. Vi las carteras que hace
Hernán Lascano
y quise dos. Era mi cumpleaños y los gustos hay que dárselos en vida. Así que manguéé entre los que me preguntaron qué quería de regalo y así fue como me convertí en la feliz poseedora de dos Chavelas (https://chavelav.wixsite.com/misitio).

Te preguntarás qué voy a hacer con dos carteras en cuarentena. Lo mismo que le respondí a Hernán cuando me preguntó si las había estrenado: las tengo de adorno en el living, quedan divinas.

Bueno, si hay gente que se dedica a hacer carteras en esta época, hay gente que las compra también. Siempre hay un roto para un descosido y no hay mal que por bien no venga, ponele. Y yo me compro todas las carteras que quiero, qué tanto, que es mi cumpleaños y no te voy a andar rindiendo explicaciones a vos, querido diario. Mirá que no escribo más, ¿eh?

Bueno, está bien, sigo. Hoy pude estrenar una. La negra. Tenía que comprar comida para la perra y la gata, así que me calcé la cartera al hombro, la correa en la mano, y salimos Bella y yo rumbo a la veterinaria. En realidad no es una veterinaria, porque no atienden animales ni venden remedios, sino comida y cuchufletos para las mascotas. La cartera, ideal para volver con los kilos de comida para animales adentro, no resultaba tan cómoda vacía frente a los tironeos de la perra, que es realmente una perra. Pelea contra todo lo que se le cruza, se asusta de todo y se me mete entre las piernas. Quedo toda enredada con la correa y la cartera del hombro se me va al codo . Me hace acordar a la escena de Anita y Roger de los 101 dálmatas, pero con la diferencia de que Bella se parece más al vagabundo de La dama y el vagabundo que a Pongo. Y que por más que se esmera, hasta ahora nunca me enredé así con nadie. Y ahora que lo pienso, mejor no tener contacto con nadie en estas épocas. Y ahora que lo pienso de nuevo, nunca podría pasarme porque no me gusta tener contacto con nadie, ya sabés que soy un poquitín fóbica, así que no sé para qué me pongo a hacerme la heroína de película, si además estoy en ojotas, sin corpiño y con una cartera que a todas luces no combina con el resto del atuendo. Nada que ver con Anita y Perdy lo nuestro. Pero qué linda película La noche de las narices frías. Qué mala Cruella de Ville.

Algo me hace frenar de golpe y la cartera casi vuela al piso. Bella está cagando en medio de la vereda. No en un arbolito, en el medio, entre la gente que pasa. Abro la cartera, saco una bolsa de las que llevo para la ocasión y me agacho para recoger el regalito. Veo la escena en cámara lenta: la cartera resbalándose por mi costado derecho y yendo a caer justo encima de la porquería. La levanto rápido pero el daño ya está hecho y no quiero mancharme yo, que por otro lado tengo en la mano la bolsa con parte de los deshechos y me falta un resto que quedó en el suelo. Me contorsiono para agarrarlo sin tocar la parte de afuera de la cartera. Creo que lo logro. Nunca llevo pañuelos. En realidad, siempre llevo pañuelos pero se me terminan, porque soy alérgica y no hay paquete que aguante. Así que cuando los necesito para cuestiones como estas, no hay. Además, de haber, estarían adentro de la cartera que ni quiero tocar. Así que tiro la bolsita en un tacho de basura y asumiendo la postura más digna que puedo, onda ¿qué miran? ¿Nunca vieron una cartera negra con detalles en marrón?, sigo mi camino hacia la veterinaria. Transpiro, no sé si por la situación o porque salí demasiado abrigada. ¿No estamos en invierno? Trato de sacarme el pelo que me cae sobre la cara sin tocar la cartera y sin saber dónde está Bella, a todo esto. La pateo y me doy cuenta de que está adelante mío, evidentemente. No pasa nada, no pasa nada. Vos seguí que ya estamos cerca, pienso.

Llego a la veterinaria y pido una servilleta. Me dan una servilleta. Y después un trapo, porque con la servilleta no hay manera. El señor que atiende es un divino, me da la comida para las dos bestias, le pido que las ponga dentro de la cartera, porque pasó un camión y Bella se quiere meter en la veterinaria, que no deja entrar gente, atiende a la calle ahora.

Vuelvo a casa, me cambio la ropa. Me lavo las manos hasta casi hacerme llaga. Pongo la comida en los platitos y voy a evaluar el daño en la cartera. Ni rastros de su deshonroso debut. Como nueva. Aunque si sigo así, cagando carteras, bueno, no yo, pero casi lo mismo, Hernán tiene una clienta asegurada.

Cuidate, querido diario, la próxima le toca a la de colores.

domingo, 25 de abril de 2021

DE TU MADRE, LA CAJETA (escrito junto con Nelson Silva)

En una ciudad veleta

hay una gran opereta
de políticas berretas,
pergeñadas por un tal
pelado de dura jeta.
Con tal de lograr su meta
de agrandar aún más la grieta
quien no obedece es boleta
y si es docente la reta.
Las elecciones las gana
como si fuera un atleta,
pero en verdad sus promesas
parecen tener muletas
o están en una meseta
o corren, pero en chancletas.
Sus ideas las excreta,
las impone, las decreta.
Dan ganas de practicar
tiro al blanco con su silueta.
Para cerrar la historieta
con los chicos no te metas
y sacate la careta.
Ver semejante desmadre
Nos lleva a muchos gritarle
¡pelado, conchitumadre!