viernes, 29 de enero de 2021

Cuando despertemos

 

Y si todo esto

no es más

que un mal sueño

colectivo

La pregunta es

Qué va a pasar

Cuando despertemos

jueves, 28 de enero de 2021

La mañana llueve

 

La mañana llueve

Como mi corazón

La lluvia limpia

Como las lágrimas

Que caen

Chaparronean

En el cielo oscuro

Cada tanto un relámpago

Chispazo iluminado

Precede al trueno

Bramido

De furia

Que propicia la catarsis

Acá estoy

Esperando

Que pase la tormenta

Y salga el sol

miércoles, 27 de enero de 2021

Se va a caer

 

El camino

como una pasarela

Tensión

Miedo

Incomodidad

Tres hombres sentados

en un banco

Al costado

Paso rápido

Mirada al piso de gravilla blanco

Respiración contenida

Nada

Los tres hombres

están concentrados

Uno mira el celular

Los otros dos hablan

entre ellos

Alivio

Sigo caminando

Miro al cielo

Se ve limpio

Así me siento

Soleada

Pienso

Busco en mi memoria

Hace tiempo

Que los hombres

No dicen nada

Cuando pasa una mujer

No todos los hombres

Algunos dinosaurios

todavía quedan

pero van a desaparecer

Charlie dixit

Algo está cambiando

Se nota

Se siente también

Se está cayendo

Se está

Cayendo

Brindemos

martes, 26 de enero de 2021

Bella

 

Siempre preferí tener animales adultos. En parte se dio así, en parte siempre me gustó la idea de quedarme con los que nadie prefiere. Vaya a saber por qué. Identificación o espíritu reparador, quién sabe.

Cuando una gata tenía gatitos, todos querían los bebitos. Yo prefería a la mamá. Con las perras, lo mismo.

Un día, llegó Bella a nuestra vida.

No sabemos muy bien su historia. Sabemos  que la mamá de Guadalupe quiso tener una perrita. Guadalupe la fue a buscar a un pensionado un día de mucha lluvia. Se la dieron envuelta en una mantita, y así la llevó hasta la casa de su mamá. Guadalupe la vio medio gordita y pensó “¿no estará embarazada?”. A los dos días nacieron sus tres cachorros. La mamá de Guadalupe no quiso saber nada. Del pensionado dejaron de responder las llamadas y los mensajes. Guadalupe se llevó a Bella y a los cachorritos a su casa. Los cachorritos tenían cinco días. A Bella se le cortó la leche. Guadalupe les dio mamadera. Uno de los cachorritos se murió. Guadalupe, cuando se pudo,  regaló a los otros dos. Cuando Bella estuvo lista, la publicó en adopción. No se llamaba Bella en ese momento.

A diferencia de cómo se manejaron en el pensionado, Guadalupe avisaba  que la perra no estaba castrada.

Me enamoré. La fui a ver y me la traje. Fue amor mutuo a primera vista.

Es muy miedosa y asustadiza, pero de a poco se va animando. De no querer salir a la calle, ahora se desespera y me salta con entusiasmo en cuanto me ve enfilar hacia la puerta.

Por primera vez que me tocó llevar a castrar a un animal. Siempre los había recibido ya castrados. Una de las muchas  ventajas de las mascotas adultas. Si bien estoy de acuerdo con que a los animales hay que castrarlos, es un tema que me da mucha impresión. Y que nunca había tenido que resolver yo, siempre vino resuelto.

El día que traje a Bella, arreglé con Guadalupe que me iban a acompañar a castrarla, si decidía quedármela. Había que ver cómo se llevaba con mi gata. Bella es un amor con Mía, que de a poco la va aceptando. Muy de a poco.

Finalmente, llegó el día de ir a la veterinaria. Estaba tan nerviosa como si me fueran a operar a mí. Menos mal que estaba Guadalupe, que ya había pasado por eso con sus gatos, que fuimos a una veterinaria que ella conocía bien y que se portaron todos amorosamente. Mi debut fue un éxito completo. Bella, por ahora, prefiere no opinar.  

Volví de la veterinaria con una perra zombie que me seguía a todos lados a los tropezones, lo que me daba una mezcla de ternura y culpa. A las horas ya estaba recuperada. Todas las personas a las que les taladré la cabeza con el tema (perdón) me habían dicho que se recuperan muy rápido. Tenían razón. Al rato ya estaba ladrándole a todo lo que se moviera, como siempre.

Me emancipé de Guadalupe.  No le gustan los perros, dice. También dice que nunca más se mete en una cosa así, que lloró con cada cachorrito que se fue, y que seguramente va a extrañar a Bella, aunque no quiere tener un perro.

En diez días tengo que llevar a mi perra a la veterinaria  a que le saquen los puntos.

Un alivio. Que esté castrada y que esté bien.

Parece que se agrandó la familia.

sábado, 23 de enero de 2021

Pequeña traición que no fue

 

Por primera vez en mucho tiempo tengo para adelante un día tranquilo. Nada para hacer hoy.

Tomo mate mientras mi hija ve videos para hacer manualidades y tortas. Me dice que hacen cosas con formas que a cualquier niño le gustaría, según sus textuales palabras. Eligió un video donde enseñan a hacer una máquina de helados.

Tomo mate. Qué lindo tener un día para mí. Tranquila, sin que nadie me moleste.

Para mí soy buena dibujante, dice mi hija. Tiene que ver con algo del video, que no escucho porque estoy escribiendo. Ella cree que lo vemos juntas, pero yo quiero aprovechar el poco tiempo que tengo para escribir.

Magia, dice mi hija, ¿viste?

No, no vi.

Quiero corregir mi monólogo para el curso de stand up y escribir algo sobre una traición. Me gusta el tema, tengo que pensar una traición. Alguien que me haya traicionado. O alguien a quien yo haya traicionado. O que me hayan contado.

¿Qué es modestia?

Ufff, difícil esa. Le explico como puedo.

Parece que alguien del video dijo que era el rey de la modestia.

Me acuerdo de un novio con el que salí cinco meses. Cuando me dejó le pregunté si me había metido los cuernos. Me respondió: “¿a partir de qué mes?”. El tema es que no tengo mucho más que eso para contar. Es una traición, pero más allá de que me acuerdo hasta hoy por la caradurez de la respuesta, es algo que me causa gracia más que dolor. Supongo que en su momento me habrá dolido, pero tampoco fue una gran historia. No, tiene que ser algo más jugado.

¿Cuál es tu sabor de helado favorito?

Me cuesta responder, estaba en otra cosa.

Dulce de leche, le digo luego de un esfuerzo mental.

Me cuenta todos los sabores de helados que le gustan. No se decide por ninguno. Logra que le preste atención y tenemos una conversación sobre helados. Nos ponemos de acuerdo en que a las dos nos gusta la crema rusa.

Intento volver al texto. Imposible concentrarse. Creo que lo voy a dejar para después. Total, tengo todo el día para escribir.

El video explica cómo hacer una torta con caramelos de colores. Rojo, naranja, amarillo, verde, azul y violeta. ¿De dónde sacaron caramelos con tantos colores? Soy muy inútil para toda cuestión culinaria, pero admiro a la gente habilidosa y creativa. La torta es increíble.

Ella me abraza muy fuerte, casi que me duele. Me gusta que por fin hagamos algo juntas, me dice.

viernes, 15 de enero de 2021

A vos nada te alcanza

 

-Quisiste tener hijos, tuvimos hijos. Una casa mejor, en un barrio más concheto. La tuvimos. Después quisiste que nos fuéramos de vacaciones todos los años. ¡A lugares cada vez más lindos! Y salir seguido. Y vernos con amigos. ¡Todo el tiempo querés hacer cosas conmigo! ¡Y todas cosas divertidas, por favor!. La vida no es diversión, sabelo. Tengo miedo de que nunca estés conforme y me pidas cada vez más. Sos insaciable. Sí, no me mires con esa cara, sos así. Te lo digo en serio, me das miedo. ¡A vos nada te alcanza!


 No pudo responder, no le salían las palabras. Se dio cuenta de que no bastaba con hacerle saber que la puerta estaba abierta y que era libre de irse cuando quisiera. Era necesario, además, darle la patada en el culo que se merecía, así tomaba impulso y se iba de una buena vez.

jueves, 14 de enero de 2021

Sofía

 

Cuando Yao Hsien decidió volver a Taiwán, eligió llevarse la perra.

–¿La querés a Sofía? – me preguntó.

En mi vida había tenido un gato. Siempre fui de los perros. Me acababa de mudar sola y me dije “¿por qué no?”

Sofía era una siamesa de tres años, hacía sus necesidades en las piedritas y estaba castrada, lo que me resolvía un tema que en ese momento no tenía tan claro como ahora.

La fui a buscar a la casa y me la traje en un taxi. A upa. No puedo creer lo inconsciente que fui. Y lo bien que me salió. Sofía estaba tan asustada que se aferraba a mí. Eso sí, ni una uña me clavó, a pesar del miedo.

Llegamos a mi casa y se metió debajo de la cama. Y de ahí no salió en todo el día.

Me sentí estafada. La verdad que para tener una mascota así, era lo mismo que nada.

Llegó la noche y seguíamos en la misma. Me fui a dormir.

Me desperté a las tres de la mañana porque unos ojos me estaban mirando desde el respaldo de la cama, que también era como una  repisa. Sofía me observaba. Se empezó a acercar. No sé quién de las dos estaba más asustada. La acaricié y se acurrucó junto a mí. Así dormimos esa noche y todas las que siguieron, hasta que me casé.

Sofía era un perro en el cuerpo de un gato, me seguía a todos lados, maullaba si me iba, venía si la llamaba. Eso sí, nunca logré bañarla ni sacarla a pasear con la correa. No hubo manera.

Me casé y la llevé conmigo, no tardó ni media hora en adaptarse al nuevo hogar.

Cuando nació mi hijo, se mezclaban el llanto del bebé y los maullidos de Sofi, que sonaban igual. Era muy gracioso cómo se sincronizaban.

Cuando perdí el siguiente embarazo, entendió mi tristeza y acompañó en silencio.

Cuando nació mi nena, se acostaban las dos juntas en cuatro patas. Mi hija la imitaba.

De repente, se enfermó, de la nada. Y ahí me di cuenta de que ya tenía 16 años. No podía soportar la idea de que no estuviera más. No lo podía resistir, me negaba a pesar de conocer todas las frases de rigor: que ya era viejita, que había vivido feliz y muy querida, que era lo mejor para ella. Nada me servía. La angustia de que Sofi no estuviera más en casa era asfixiante.

 Intentamos todo lo posible, pero no hubo caso.

Todavía la extraño.

 

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martes, 12 de enero de 2021

La quinta 2

 

Tendría tres o cuatro años.

Estábamos en la pileta de la quinta, éramos varios chicos. Había adultos también. Los chicos caminábamos alrededor de la pileta llevando un gomón entre todos. No sé por qué, eso era muy divertido para nosotros. Dábamos vueltas y vueltas alrededor de la pileta. Yo sentía que cada vez estaba más cerca del borde, y me desesperaba. Nadie más parecía darse cuenta. En lugar de decirlo, la angustia y la bronca iban subiendo por mi garganta. ¿No se daban cuenta de que me estaban empujando? No, no se daban cuenta.

Finalmente, caí. Me hundía cada vez más profundo. Veía las burbujas subiendo mientras yo bajaba y bajaba, y nunca llegaba al piso de la pileta. Fue un instante mágico y eterno en el que el tiempo se detuvo para mí.  No recuerdo quién de los adultos me rescató, pero alguien se tiró y me sacó de la pileta. Habrá sido un segundo que estuve cayendo, para mí fueron siglos. A la distancia, lo veo como una aventura donde perdí toda dimensión del espacio y el tiempo. En ese momento, me enojó muchísimo que me hubieran empujado. Incluso sin querer, ¿cómo no se dieron cuenta?

No dije nada. No sé si de tímida o por toda el agua que había tragado.

miércoles, 6 de enero de 2021

Amigos

 

Somos amigos se repetían. Tanto que se lo creyeron. Ostentaban orgullosos esa amistad casta y pura. Impoluta. Se enojaban con quien pudiera insinuar siquiera algo más.

Hasta que un día (siempre hay un día) la química hizo lo suyo. Y esos años de amistad contenida explotaron en un orgasmo que los dejó inermes. Azorados. Plenos.

Sin ceremonias, sin que mediaran palabras, con esa magia con la que siempre adivinaban lo que pensaba el otro,  no volvieron a verse.