Soy gorda.
Siempre lo fui.
La gente no lo entiende. No sabe
lo que es tener varios talles de pantalones en el placard, para las distintas
formas que adquiere tu cuerpo, que se estira y se afloja según la ocasión y la
dieta de turno, dejando un reguero de estrías, como un estigma, la huella de
tus debilidades, de tu incapacidad para ajustarte a la norma.
“No sos gorda, estás gorda”,
dicen los que te quieren ayudar, pero en realidad es que no se bancan que seas
así, gorda. Te quieren sumisa, no te aceptan como sos, no aceptan que te salgas
de la hegemonía de los cuerpos.
Soy gorda.
Puedo estar flaca, alguna vez y
con mucho esfuerzo.
Soy gorda.
Es mi esencia, es lo que soy, lo
que viví de chica, cuando para todos era chochan, ballena o cerdo. Y lo decían
sin pudor, sin que se les cayera la cara de vergüenza. Y la vergüenza la sentía
yo. Pero ya no más.
Sobreviví.
Algunos no. Se suicidaron. La
anorexia es una forma de suicidio, de querer desaparecer. Ayer me contaron de
una chica que dijo que prefería morirse antes que ser gorda, porque no era lo
suficientemente fuerte para aceptar todo lo que ser gorda implica en esta
sociedad que vivimos.
Yo soy fuerte, parece. Aunque no
siempre me sienta fuerte.
Lo que tiene que vivir un gordo
solo el que es gordo lo sabe.
Pero quiero avisar algo: yo puedo
adelgazar. Incluso puedo estar flaca un tiempo. Quizás algún día hasta pueda
sostenerlo. El famoso “mantenimiento” del que hablan todas las dietas a las que
someto mi cuerpo, pero sobre todo mi mente, que cuenta calorías a lo tonto. Y
sí, estoy flaca, pero me pregunto si eso es salud.
Mis vivencias son mías y no me
las saca nadie. Gracias a eso, a la agresión que sufrí de parte de distintas
personas “por mi bien”, es que soy quien soy hoy. Una persona que lucha contra
los prejuicios. Muchas veces propios. Yo también caigo en la fantasía de que
tener un cuerpo hegemónico es lo correcto, aunque el mío no lo sea; y encajar
se me hace imperioso. Para bien o para mal, no encajo. Es lo que soy.
Puede que alguna vez me veas
flaca, pero siempre voy a ser gorda. Seguramente no te guste. Seguramente te
preocupe mi salud, incluso si mis estudios dan bien. Incluso mejor que los
tuyos. Y de todas maneras insistas, porque no te entran las balas y no hay explicación
que te haga modificar tu gordofobia.
Aunque esté flaca, soy gorda.
Siempre lo voy a ser.
Es mi vida, mi historia.
Soy gorda.
Y a mucha honra.