No recuerdo cuándo supe de la existencia
de la Escuela de Otoño de Traducción Literaria.
Lo que sí me acuerdo es de lo
maravilloso que me pareció la idea y las ganas de ser parte, de estar ahí.
Para los que no saben, la EOTL consiste
en una semana intensa en la que ponés tu vida en pausa para dedicarte a
traducir en grupo, junto con otros traductores y el autor o autora, que está
presente y le podés preguntar todo lo que quieras. El sueño de todo traductor.
También vas a eventos literarios, charlas y presentaciones de libros. Y conocés
gente del palo de la edición. Es Disney para un traductor literario.
Para postularte tenías que mandar tu
currículum, una prueba de traducción y una carta de motivación.
En el 2018 me presenté por primera vez.
Mandé mi traducción en la fecha límite, un 14 de febrero. Día de San Valentín,
sí. Y del cumpleaños de mi hija. Mandé el mail y me dispuse a esperar a 20
pibitos de siete años a los que les había preparado un cumpleaños como los de
mi infancia, con juegos como ponerle la cola al burro, la soga, el paquete, el
huevo podrido. Todo preparado por mis poco habilidosas manos y la ayuda de
alguna amiga que se da más maña que yo, como me suele ocurrir. Mención aparte para
mis amigas, que son lo más. El cumpleaños fue un éxito total, a los pibes les
encantó.
Al tiempo me llegó un mail donde me
informaban que mi traducción había sido seleccionada pero que por un tema de
cupo quedaba en lista de espera. Conocía a la mayoría de los que sí habían
quedado, amigos y colegas, gente a la que quiero muchísimo; sabía que ni locos
iban a dejar pasar esa oportunidad (si lo hacían los mataba). Bueno, será el
año que viene, pensé.
En 2019 lo volví a intentar. Me pasó lo
mismo. Son esos momentos en que no sabés si preferís que seleccionen tu
traducción, porque está bueno, aunque igual no puedas hacer la EOTL, o que
directamente te digan que tu traducción no les gustó. Me preguntaba qué tenía
que hacer para lograrlo, no es que tenía que mejorar mi traducción. Me daba
mucha impotencia.
No me olvidé del tema pero seguí con mi
vida. Hasta que se alinearon los planetas. Parece que estaba primera en lista
de espera. Parece que milagrosamente alguien no podía participar. Alguien a
quien no conozco y agradezco muchísimo. Iba caminando por la calle y me sonó el
celular. Mail de la EOTL, me avisaban que se había liberado un lugar y si me
interesaba participar, que por favor les confirmara. Empecé a hiperventilar.
Contesté que sí sin pensarlo, no fuera cosa se lo dieran a otra persona, ya iba
a ver cómo me las arreglaba. No tenía idea de cuándo era, debía faltar le dije
a mi marido entre llanto y risa histérica. A pedido suyo me fijé. ¡Empezaba la
semana siguiente!
-¿Y lo tenés que hacer?- me preguntó,
casi al borde del desmayo.
-No lo tengo que hacer, pero sí, lo voy
a hacer.
Empecé a ver cómo acomodaba mis horarios
y llegaba a leer y hacer todo lo que me requería la EOTL mientras le metía pata
a una traducción que de hacerla tranqui, con tiempo, pasó a ser urgente al
tener una semana menos de trabajo.
Lo que significó la EOTL para mí ya lo
conté muchas veces en muchos lados, así que no lo voy a repetir ahora. Lo que
sí voy a contar es que fue de las últimas actividades presenciales que hice y
que tuve el lujo de haberla compartido con Lucila Cordone, su fundadora, que
falleció al año siguiente y todavía me cuesta aceptarlo.
Hace poco me llegó la convocatoria 2022,
que nos encuentra más tecnológicos: la postulación es a través de google form.
Ahí subís el archivo con tu traducción. Además, horror de los horrores, en
lugar de mandar una carta de motivación te tenés que filmar diciendo por qué
querés participar. Odio filmarme. Soy traductora, no actriz. Pará, también soy
actriz. Bueno, pero no ejerzo. Por algo escribo y traduzco, ¿no?
También soy obstinada cuando quiero
algo. Si hay que filmarse me filmo. ¡Qué tanto!
Hice la traducción, de la que tengo más
dudas que certezas. Conocí a una autora que me gustó mucho y a la que voy a
llenar de preguntas si tengo la oportunidad. Es un texto que menciona la
traducción, entre otras cosas, y me dejó con varias intrigas sobre la trama
(traducimos un fragmento para la postulación, no conozco la obra completa). En
estos días corregí e investigué hasta donde me fue posible.
Me quedaba hacer el video… ¿y si no
mando nada y no me postulo?
Ya llegué hasta acá, un video no me va a
detener. Me filmo una sola vez y listo, lo mando como salga.
Me filmé dos veces: la primera no había
prendido la cámara. Estallé en una carcajada casi al final de mi exposición,
cuando miré la pantalla y vi que no estaba grabando. Bueno, lo tomo de
práctica. Vamos de nuevo. Prendí la cámara antes que nada. Listo. Ya está. En
algún momento hasta había pensado que no lo iba a mirar. No me animé a tanto.
Lo miré. No me pareció tan horrible. Se ve que mi fobia a las cámaras, después
de tanto zoom y tener que grabar clases, está domesticada.
Respiré hondo, subí mi currículum, mi
traducción y mi video al google form.
Y así, como quien no quiere la cosa, me
postulé para la EOTL 2022.
No puedo estar más feliz.