martes, 28 de diciembre de 2021
OH, MICRON
jueves, 23 de diciembre de 2021
El remisero tigrense
Pau, Adri y yo éramos pura emoción en la parada del 194 en Plaza
Italia que nos llevaría a Escobar a recibir nuestro certificado de primer nivel
de LSA.
Llegamos a Escobar y tomamos un remís hasta el predio del
evento. Paula se las ingenió para tener una conversación a través de la mampara
de plástico y con el barbijo puesto. Paula es así, habla hasta con las piedras.
El remisero era un paisano confiado que nos contó de su familia y nos recomendó
lugares para ver en Escobar.
Llegamos al predio.
—Chau, muchas gracias— dijimos Adri y yo.
—¿No tenés una tarjetita para la vuelta? — le preguntó Paula.
—¡Qué genia, Pau! A mí no se me ocurren esas cosas— dije con
verdadera admiración.
Y ahí fuimos, a disfrutar de la jornada.
El lugar hermoso. La ceremonia súper emotiva.
Cuando terminamos, Paula llamó al remisero buena onda. El
teléfono de la tarjetita era de la remisería, nos mandaron a otro. Paula quiso
hacer lo mismo que con el remisero anterior, le encanta conocer gente y se
interesa por la vida de los demás. Pero este era un gaucho malo. Paula le
hablaba y el tipo ni le contestaba. Estaba el recital de Luciano Pereira y las
calles eran un caos. Cada vez que no se podía doblar, agarraba el celular y lo
tiraba en el asiento de acompañante. Al rato lo agarraba otra vez.
—¿Nos va a llevar a Rivadavia y 25 de Mayo? —le preguntó Paula
como cuatro veces.
Presté atención a su cara, me dio fascineroso, no me pregunten
por qué ni como sería la cara de un fascineroso, pero seguro era como la del
remisero malo. Me dio miedo. Yo volvía de Escobar y a las pocas horas tenía el
viaje en micro a Gesell. Ya a mi marido no le había gustado mi excursión tan
jugada.
Pensé: este nos secuestra y le cago las vacaciones a mi familia.
—Sí—nos pareció pescar que contestaba, muy bajito.
El tipo mascullaba todo el tiempo. No sabíamos si nos puteaba a
nosotras, a los autos o a qué.
Paula siguió intentando darle charla, de jodida nomás, para ver
qué hacía el tipo, “un gaucho de Rosas que no se dirigía a mujeres, seres
inferiores como nosotras tres”, según sus palabras (las de Paula al
describirlo).
De fondo se escuchaba una música de rasgueo de guitarra, como
payada constante, lo que sumaba suspenso a la situación (también ayuda de Paula
sobre cómo se sucedieron los acontecimientos; yo estaba tan nerviosa que ni la
registré).
—¿Siempre hay gente así? — insistía Paula.
Silencio.
—¿Qué cosa, no, el tránsito?
Silencio. No había manera.
Hasta que encontró LA pregunta:
—¿Usted es de Escobar?
— Escobar es un asco— finalmente Paula obtuvo una respuesta.
— Odio Escobar —siguió. Ahora hablaba bien clarito.
—Se nota— se le escapó a Adri, que al toque se tapó la boca, por
las dudas.
—Escobar florece, dicen. Chorros y pozos florecen acá.
Tuvimos que hacer un esfuerzo para no reírnos.
—Quieren ser como Tigre, pero nunca lo van a lograr— el tipo
seguía, imparable. —¿Ustedes de dónde son?
—De Capital.
—Ah, bueno. Ustedes también tienen lo suyo— pensé que iba a
empezar a hablar de los chorros y los pozos de capital, pero siguió
despotricando contra Escobar un rato más.
—¿A Tigre nos llevaría? — le preguntó Paula.
El tipo chocho. Le encontramos su lado alegre. Al Tigre nos
llevaba de todo corazón. Le cambió la onda. Nos señaló dónde nos teníamos que
tomar el colectivo a capital. Fue puro saludo y amabilidad cuando nos bajamos
del auto, muertas de risa.
Quedamos en ir a conocer Tigre pronto.
Después de semejante experiencia, entramos a un Mac Donald’s en
Escobar para tomarnos un merecido helado y seguir viaje hacia capital.
Llegamos sanas y salvas.
sábado, 18 de diciembre de 2021
El colibrí
lunes, 6 de diciembre de 2021
Flechas
dibujo
flechas
apuntándome
largas
puntiagudas
directo
hacia mí
dispuestas
a traspasar mi corazón
me increpan
me
incomodan
basta
no me
apunten más
no me
señalen
quisiera que
alguien me ayude
les cambie
la orientación
dibuje la
punta de la flecha hacia afuera
abra el
espectro
incluso
o mejor aún
que las
convierta en flores
en abrazos
en caricias
suaves
amigas
sábado, 20 de noviembre de 2021
Ensoñaciones
El cansancio me abruma. Quiero dormir
pero mi mente superyoica no me da respiro. Tengo que desconectar o me va a dar
algo. Mi celular está lleno de mensajes que piden ser respondidos. En un acto
de defensa propia, le saco el sonido y me acuesto. Pienso que dormir es una
forma de ponerle límites al afuera, que por momentos se me hace tan invasivo.
La culpa de no responder los mensajes se va diluyendo mientras caigo y caigo en
un pozo, un hundirme muy placentero.
Lo
veo a Sebastián. No es mi
marido. Al principio sí es él. Después se transforma en otro Sebastián, el hijo
de unos amigos de mis padres, que cuando éramos chicos una vez se cayó en el
pozo ciego de la quinta que teníamos en Del Viso. No sé por qué justo vine a
soñar con él. Sé que pasaban muchas más cosas, era un sueño largo. Solo
recuerdo momentos que se escapan de mí a medida que transcurre lo que queda del
día.
De
repente el sueño cambia de espacio. Hay todo un vértigo de sensaciones, lo
único que se ve claro es que nos estamos yendo de vacaciones al mar. Ahí
conozco a alguien, es un año más chico que yo y bien feo. Pero feo de verdad.
No puedo creer mi suerte, no quería enamorarme. Quería tener un amigo y él es
perfecto para eso.
Empezamos
a salir de noche. Volvemos tarde. Al día siguiente, nuestros padres nos
despiertan para ir a la playa. Llegamos y nos tiramos en la arena de la carpa a
seguir durmiendo, por supuesto. No damos más.
Mi
cuerpo me da mucha vergüenza. Tengo un buzo y un pantalón arriba de la malla,
que me saco solo para ir al agua. Voy cubierta con una toalla que me saco para
meterme en el mar y me vuelvo a poner en cuanto salgo.
Tengo
los pelos que son un horror. Unos días antes de las vacaciones había ido a una
peluquería y me habían hecho un desastre: un entresacado horrendo. El entresacado
hace que mi pelo se vea más llovido y en algunas partes parece que tengo alguna
enfermedad que me hace perder el pelo, que además se hincha por todos lados.
Todo
esto a él no le importa. Estamos en la playa y se sienta siempre al lado mío.
Salimos a caminar juntos y nos pasamos horas hablando. Maldigo mi suerte. Me
está empezando a gustar. Las miradas son cada vez más intensas. No lo puedo
creer. Después de varios amagues que no terminan en nada lo que sí se terminan
son las vacaciones y no lo veo más.
Pienso
que el sueño se termina ahí, pero me doy cuenta de que no estoy despierta del
todo. Ni sola, como pensaba.
Están mi mamá y mi papá. También hay un
gato y un perro. Y me parece ver un loro. El loro habla, habla, no se calla
nunca. Pero no me molesta. Tiene una voz agradable. Queremos subir a una
montaña y no puedo. Algo me frena. Mi papá me grita que deje mis cosas en la
base de la montaña, que no ande con tanta carga encima. Pero no quiero, tengo
miedo de que me las roben. Veo muchas papas. No sé cómo las veo, porque están
debajo de la tierra. Pero las veo. En cualquier momento me puedo caer y morir.
Trato de despertarme y parece que lo logro, pero no lo sé. No me puedo levantar de la cama.
Canción de cuna para una niña
Duerme, mi
niña
insatisfecha
ancestral
rebelde
victoriosa
Que tus
brazos
tus piernas
tus caderas
tu ombligo
te lleven
bailando
hasta el sol
miércoles, 17 de noviembre de 2021
Camila
Querido diario,
sábado, 30 de octubre de 2021
Ya basta
Pensó que el hechizo se había
terminado.
Hasta que lo volvió a ver.
Una circunstancia cualquiera,
nada premeditado.
Dentro de su rutina, que ya
consideraba inalterable, cosa que le gustaba bastante, se lo encontró. De
casualidad. En la calle.
Le gustó lo bien que se les dio la
charla fácil, como siempre, como si en otra época no hubiese sentido una punzada en el estómago
cada vez que recibía un mensaje de él. Como si él nunca hubiera querido tener
esa charla donde le dio toda la confianza para que ella abriera su corazón y le
confesara sus sentimientos hacia él. Como si nunca la hubiera ilusionado con
que algo entre ellos era posible, para después bajarla de un hondazo sin darle siquiera una excusa digna.
“Esto no está bien”, fue todo lo
que le dijo por Whatsapp, dejándola llena de dudas acerca de a qué se refería
él con “esto” y por qué no estaría bien. Los dos estaban solos, eran adultos y
sabían lo que hacían (o lo que hubieran hecho, porque ni siquiera tuvo la
valentía de dar ese paso).
De lo que no le dejó dudas fue
del corte abrupto y la distancia que puso de repente. Le costó superarlo, sobre
todo porque no entendía y porque además había cuestiones administrativas y
espacios que compartían. No es que ella desistiera de sus sentimientos. No. No
le resultaba tan fácil querer a alguien como para dejarlo pasar así nomás. Y lo
intentó, claro que lo intentó. Hasta que se rindió ante la evidencia de que el
tipo ni siquiera quería mantener la relación que tenían antes de la maldita
confesión que él mismo había provocado.
Y ahí lo tenía, otra vez todo
para ella. La conversación se extendía. Él la extendía, como si no quisiera que
la charla se terminara. No la invitó a su casa, ni siquiera a tomar un café. Cuando
finalmente se despidieron, él la miró con esa mirada suya, que abría un montón
de posibilidades.
Mientras se iba ella imaginó futuros juntos y
mensajes de amor, que nunca llegarían.
Por un segundo.
Ya basta, se dijo, media cuadra
después.
Ya basta.
Llegó a su casa y se puso a leer
una novela de amor, donde la que sufría no era ella.
lunes, 11 de octubre de 2021
Marcas
Tendría tres o
cuatro años. Era verano. Hacía mucho, pero mucho calor.
Sobre la mesada
de la cocina la tapa de una olla fría prometía cierto alivio. Apoyé el dorso de
la mano sin dudar, anticipando el frescor.
Tardé un segundo
en darme cuenta de que la tapa de la olla hervía y otro segundo en sacar mi
mano de ahí, sorprendida y traicionada.
No le quise
decir a nadie, un poco por miedo de haber hecho algo malo, aunque no sabía muy
bien qué, otro poco por vergüenza, lo que comprueba que ya de chiquita me sentía
una boluda sin serlo. Con cierta molestia en la mano, leve, me fui a sentar en
un puf que teníamos en el living, me recosté quieta y en silencio, todavía en
shock.
La quemadura se
fue haciendo cada vez más profunda hasta que no me quedó otra que contarle a mi
mamá.
Lo siguiente que
recuerdo es visitas al médico, ungüentos varios y mi mano con un vendaje que se
pegoteaba al querer cambiarlo. Lo que se veía cuando lograban sacarlo a pesar
de mis gritos era algo similar a una torta de ricota aplastada.
En algún momento
me curé. Por mucho tiempo, al exponerme al sol, me aparecían tres manchas en el
dorso de la mano, como recordatorio de esa experiencia de mi infancia.
Hoy no las veo
más. De hecho, no me acuerdo en qué mano fue. Habrán desaparecido con el tiempo
o quedaron confundidas entre otras marcas que la vida, y la edad, me fueron
dejando.
Adolescencia
mi sexo es un volcán
la sangre se derrama por las
piernas
no entiendo, todo es ridículo
los hombros caídos
desgarbado el amor
no me mires
¿no ves que tengo miedo?
una caricia a medianoche
y mi piel se abre
una canción se mete por mis poros
¿mi boca?
risa que canta
lunes, 4 de octubre de 2021
Llame ya
¿Cansado de andar siempre por la
selva o parajes similares, rodeado de peligros y perseguidores? ¡Tenemos la
solución a su problema! Presentamos el nuevoLastima D’Or, el tenedor terror de
los perseguidores y alimañas.
Para la cartera de la dama o el
bolsillo del caballero.
Fácil de usar y reutilizar.
Clave el tenedor en la tierra del
lado del mango y deje la parte de los pinchos al ras. ¡Listo! El que se atreva
a perseguirlo lo lamentará.
Una vez terminada la aventura,
los puede lavar y volver a usar la próxima vez que alguien lo siga, si es que
se anima.
Solo por hoy oferta de dos sets
Lastima D’Or al precio de uno.
¡Llame ya! ¡Y nunca lo atraparán!
Lo Essen-cial
Cenicienta, como
todos sabemos, quería ir al baile. Como para ella su hada madrina era su mejor
amiga, le pidió ayuda para que le hiciera el vestido.
— Me lo conquisto al príncipe y no vuelvo más a esta
casa, te juro.
— Obvio. Llevate algo de estas perras. Las joyas no,
porque se van a dar cuenta. Llevate la Essen. Éstas mucho lujo pero ni la usan.
— ¿y dónde me la meto?
— La adornamos y te queda un lindo sombrerito.
— Un poco pesado.
— Pero te de un aire sofisticado divino. Y te hace juego
con el vestido. Vas a ser la reina de la noche, vas a ver.
Ya en el baile,
el príncipe quedó encantado con la torpeza de sus movimientos, sin saber que se
debía al peso que soportaba Cenicienta sobre la cabeza.
A la medianoche,
en este cuento no se sabe por qué, escapó repentinamente. El atuendo era tan
incómodo que Cenicienta rodó por las escaleras, perdiendo la dignidad y la
Essen, sin tiempo para recuperar ninguna de las dos.
El príncipe,
para saber quién sería la dueña de la olla y de su corazón decidió ir casa por
casa a ver quién le preparaba un manjar digno de su Essen-cia real.
Cenicienta hizo
un trato con la hermanastra mayor, que estaba desesperada por casarse: ella le
daba la fórmula para preparar unas deliciosas perdices y así seducir al
príncipe a cambio de que la hermanastra le hiciera llegar mensualmente un
dinero real (real de verdadero y porque venía del príncipe, o sea). Con Essen
dinero, pensaba vivir libre e independiente sin tener que clavarse cocinándole
al machirulo del príncipe.
Total, ya era
problema de ellos que hacían después con Essen matrimonio. Perdices por un
tiempo iban a tener, después verían.
Lo de vivir
felices por siempre, solo pasa en los cuentos.
domingo, 3 de octubre de 2021
Validar la tristeza
Ciudadana de segunda
así me siento a veces
aunque me digas que
no es así
que no debería
sentirme así
ni mal
que valore lo que
tengo
que es mucho
ya lo sé
¿sabés una cosa?
no me interesa ver el
lado positivo
no me interesa estar
sonriente
cuando todo explota a
mi alrededor
aunque tenga mucho
ahora
y creeme que lo
valoro
pero quiero
por sobre todas las
cosas
reivindicar
mi derecho
a estar triste
La madre
El día que encuentre a la persona
que me puso ese nombre tan obvio y pelotudo la cago a trompadas. ¿Y cómo me
hicieron? Desnuda y con un bebé en brazos. Unos cráneos, la verdad.
Los pibitos se me trepan a la
otra pierna, y se ponen como otro bebé, como si con uno no me cansara. Algunos
me tocan las tetas y se ríen. Uh, qué gracioso. Espero que de la risa te caigas
al piso, mocoso atrevido. Los adolescentes se sacan fotos haciéndose los que
toman leche de mi pecho. Algunos boludos grandes también. Patéticos.
¡Qué madre más fría!, dicen. Y
sí, ¿qué esperaban? Me muero de frío en invierno y de calor en verano. Me cagan
las palomas. Ni siquiera soy famosa como el príncipe feliz. Él también la
pasaba como el culo, pero por lo menos Oscar Wilde lo inmortalizó en un cuento.
Yo ni eso tengo.
Qué, ¿ya terminó la sesión y me
tengo que ir? ¡Pero lo único que falta! ¿Qué más quisiera? ¡Andate vos! ¿No ves
que yo no puedo?
miércoles, 29 de septiembre de 2021
La casacleta
lunes, 20 de septiembre de 2021
Mi voz
Mi cuerpo grita en
silencio
Escuchá a tu cuerpo
dicen
Lo escucho pero no lo
entiendo
¿Qué me quiere decir
esa molestia constante?
Si no hacés ejercicio
duele
Si hacés también
duele
Incluso más a veces
Mi cuerpo grita
La alergia llora por
la nariz
Como si los ojos no
hubieran llorado lo suficiente
Mi cuerpo grita su
cansancio permanente
Lo que mi voz no dice
Basta
Esto no lo quiero
Más
Te extraño
Te quiero
¿Dónde estás?
Mi voz aprende a
hablar
A decir
A delimitar
Lo que sí
Lo que no
Mi espacio
Tu espacio
Hablo
Escucho
Mi voz dice una
poesía que otras voces también dicen
Se forma una armonía
Mi cuerpo junto a los
cuerpos de los demás
No sobro
Soy parte
Cada voz es distinta
y tiene algo propio
Epifanía
Mi voz es parte de mi
cuerpo