martes, 31 de mayo de 2022

Abismales


vértigo del vacío

profundidad infinita

acantilado que promete el paraíso

me tiro

vuelo

¿soy libre?

no me dejes caer


domingo, 22 de mayo de 2022

Transcreación de amor

necesito que me traduzcas con amor

transcreame

necesito que interpretes

lo que quiero decir

que lo digas mejor

más lindo

más poético

transcreame

y mirame

como yo te miro cuando no te das cuenta

¿Se juntarán nuestras miradas algún día?

¿Cuándo llegará ese momento?

¿Cuándo las risas estallarán en carcajadas,

de esas que alejan los miedos?

¿Cuándo la poesía nos devolverá los sentidos

que perdimos a la orilla del mar?

¿Cuándo la sal que se pega a los cuerpos

desaparecerá a lengüetazos

de hambre y de sed sin saciar?

¿Cuándo estaremos vos y yo al fin juntos

construyendo poesía?

Transcreame pronto

por favor

que el mar no perdona en su vorágine

y no espera

jueves, 12 de mayo de 2022

Selva (personaje de mi tercera novela)

Quiso aflojar las articulaciones de la muñeca. Giró las manos hacia afuera y una luz naranja iluminó todo el lugar. ¿Habría sido el movimiento de las manos lo que había generado  esa luz?, se preguntó. Voy a probar, pensó. Giró las manos hacia adentro. Nada. Hacia afuera. Nada. La luz naranja le gustaba. Sacudió las manos. Apoyó la punta del pie derecho en el suelo y giró el tobillo. Para un lado y después para el otro. Hizo lo mismo con el izquierdo. Hizo movimientos con la cabeza para estirar el cuello. El que más le gustaba era el que ponía el mentón sobre el pecho, las manos sobre la nuca traccionaban con el peso de los brazos. Se le estiraba todo. Un placer.

Abrió la puerta de su habitación, el pasillo había desaparecido. 

¿Será 28 de diciembre y me están haciendo una broma?, pensó. 

Se asomó por la puerta, un bosque de árboles azules y frondosos la invitaba a recorrerlo. El pasto era verde. Menos mal, pensó. Solo las copas eran azules. Se acercó a uno. Entre el azul del follaje se distinguían una mezcla de colores desperdigados como frutas maduras multicolor. Eran chupetines Pico Dulce. Algunos ya habían caído al suelo por su propio peso. Los agarró. Para mis sobrinos, pensó, mientras abría uno para ella. Necesitaba ese sacudón de azúcar para digerir todo lo que veía y seguir caminando. 

Al costado del camino había un río, un hipopótamo la saludo:

 —Hola— le dijo moviendo la cabeza. Dos dientes enormes le asomaban por la boca—, ¿me convidás un Pico Dulce?

Selva no supo si debía rascarse los ojos o los oídos para entender lo que pasaba. Solo atinó a contestar:

—Tenés un montón en ese pozo. Por lo menos hubieses tenido la decencia de esconderlos.

El hipopótamo se desinfló avergonzado.

Ella siguió caminando.

Tengo que retomar el control de mi vida, pensó. 

¿Qué vida? 

No se había podido dormir pensando en el día siguiente que la esperaba. Una angustia ante lo irremediable le invadía el  cuerpo. 

Es el karma, pensó. 

Su trabajo monótono era cada vez más insoportable. Ir a la oficina todos los días para el sueldo miserable que le pagaban la llenaba de rabia. Odiaba a sus compañeros, el puterío, quién salía con quién. Habían intentado que ella participara. Como no habían tenido éxito, la llamaban lesbiana a sus espaldas los muy imbéciles. Que tuviera la mitad del pelo color verde y la otra mitad fucsia también debía ser motivo de comentarios. Que se vayan a cagar, con lo que le costaba a ella mantener esos colores fantasía que se desvanecían con cada lavado. Y ella era obsesiva, podía llegar a bañarse tres veces por día. Y en verano, cuatro. 

El agua purifica. 

El ascenso tan esperado se le había escurrido como compañero de escuela jugando a la mancha. Ese ascenso que no solo le iba a dar seguridad económica sino que la iba a sacar de ese antro de chismosos. A otro antro parecido, con la suerte que tengo. Por el momento mantenía la ilusión de que en su nuevo puesto iba a encontrar, si no la felicidad, al menos cierto alivio, sobre todo monetario, aunque en estos tiempos inestables nunca se sabe, pensaba. En su caso, siempre eran tiempos de vacas flacas. Como ella. Anoréxica, le pareció que alguna vez comentaban en la oficina a sus espaldas, los muy cobardes. 

Cuando faltaba un día para que la ascendieran, despidieron al gerente que iba a firmar su ascenso antes de que pusiera el gancho. Karma. Así fue como perdió su pasaporte a una mejor calidad de vida.

Lloró una semana entera. El agua purifica. 

¿De verdad quería volver a todo eso? ¿Acaso no era mejor un mundo en el que brotaban Picos Dulces de árboles de follaje azul? Contempló la arboleda que se mezclaba con el cielo. El azul oscuro le recordó su oscuridad, que no era tan bella como la del bosque, pero sí igual de intensa. Y mucho más profunda.