Termina abril, "nuestro" mes. Siempre lo llamamos
así. Es el cumpleaños de mi marido y el mío, y, en el medio, nuestro
aniversario. Así, todo junto en una semana. No lo hagan en sus casas. Siempre
es una vorágine de de festejos, una orgía alimenticia (no se ilusionen, dije
alimenticia: después de tanta comida, caemos pesados a dormir; obvio que el sexo
queda para otras ocasiones más anónimas, tampoco la pavada). No soy buena
anfitriona y más de dos personas invitadas a mi casa es multitud, por lo que en
general, festejamos los cuatro que somos. Nuestra familia y amigos ya no nos
preguntan: ¿no van a hacer nada? porque
ya saben nuestra respuesta, que siempre es la misma: nooooo. Para seguir con
esta racha de buena onda que tenemos, les cuento que para Navidad y Año Nuevo
nos vamos los cuatro a la costa. Y la pasamos bárbaro.
El año pasado, mi marido sugiere que para este año, que los
dos cumplíamos 50 (él es 5 días mayor que yo), y que además era nuestro 20º
aniversario, que si me parecía podíamos dejar a los chicos 20 días con los
abuelos y hacer un viaje importante, onda Europa. A ver, dejámelo pensar, le
dije. No, mentira. Ya estaba googleando ciudades, lugares y viajes en avión.
Además, me dice, cumplimos 50, nos evitamos que nos pregunten si vamos a hacer
algo. Siempre buena onda nosotros, como ya les conté.
Empezó el 2020, y por insistencia mía, sacamos los
pasaportes. Mi marido daba vueltas viendo cuándo era mejor sacar pasaje (o sea,
cuando eran más baratos). Ya habíamos decidido España y Portugal. Yo pensaba (un
poco enojada ya, para qué les voy a mentir): no puede ser, siempre dejamos todo
para último momento. Y tengo que admitir que siempre nos sale bien.
En marzo, me llaman para una entrevista en una escuela
secundaria muy importante. Si me tomaban no me podía ir veinte días en abril. Onda
empiezo las clase y a los pocos días me las tomo. Pero por otro lado, era una
gran oportunidad que no estaba para dejarla pasar. Hago las entrevistas y me
entero que es una suplencia. Me decido: les digo que voy a posponer un viaje,
porque quiero entrar en esa escuela, pero que si después la persona no vuelve, el
viaje, a mediados de año lo hago como sea (ilusa yo), que tengan en cuenta eso.
Todavía me río cuando me acuerdo.
Nunca creí mucho lo de que las cosas por algo son, siempre
me pareció un consuelo barato, pero supongo que es creer o reventar, dadas las
circunstancias.
Así que pasamos nuestros festejos en cuarentena, con un
trabajo que jamás imaginé tener y feliz de no haber quedado varada en Europa
con mis hijos acá. No digo que a veces no me de bajón pensar en lo que no fue,
pero lo que fue estuvo muy bien, dentro de toda una situación de pandemia
mundial.
y en nuestro escritorio hay dos pasaportes, listos para
cuando podamos usarlos.