Una
pared esmeralda
es testigo
de mis ensoñaciones
Un libro
de Silvina Ocampo
a medio leer espera
El señalador se pierde
en la marea de cuentos
Tu casa
refugio que cobija
a mi mente insomne que intuye
desesperanza
Me das paz
Una
pared esmeralda
es testigo
de mis ensoñaciones
Un libro
de Silvina Ocampo
a medio leer espera
El señalador se pierde
en la marea de cuentos
Tu casa
refugio que cobija
a mi mente insomne que intuye
desesperanza
Me das paz
Como gota de rocío por la mañana
acaricio una hoja
nervadura verde que me nutre de su savia
Y así recupero
mi frescura oscurecida
por tantos temporales
Furioso
crepitar
de
esquirlas danzarinas
Combustible
carbonizado que no nutre
hace crujir
los despojos
de lo que
ya
no se tiene
en pie
Derrumbe
Avalancha
Llamarada refulgente
Solo queda
esperar
la lluvia
Que el agua
apague todo
Y limpie
Veníamos
con el agua hasta el
cuello
Y estiramos la mano
La pata no por suerte
Es decir
dimos
un manotazo de
ahogado
Fue un último recurso
un ultimátum
Sin fuerza
casi en automático
porque sí
por las dudas
Quién hubiera dicho
que nos íbamos a
agarrar tan fuerte
que nuestras manos ya
no se iban a soltar
que logramos salir
a campo traviesa
al cielo es el límite
a mar abierto
A recorrer este
camino
que elegimos
Nuestras manos nos
unen
nos guían
nos acarician
Vivimos este presente
que promete futuro
Sin olvidar el pozo
que nos unió
Sabiendo que podemos
salir
si nos agarramos de
las manos
unos a otros consigo
Podemos llegar
donde jamás hemos ido
con la promesa
de no soltarnos
más
y de ir siempre
juntos
a la par
Duelo
Alegría
Contradicciones
de todos los meses
un día trece
Un trece
la vida
me arrebató el amor
Casi dos años después
también un trece
la vida me dio
una segunda
oportunidad
Cada
comentario
o mensaje
me lacera
los ojos
me cae como
bomba
en mis
oídos
Al punto de
querer quedarme sorda
La gente
necesita hablar
de
cualquier cosa
Descargar
su angustia
Ventilar su
mierda a los cuatro vientos
Tendrían
que tener a bien
callarse
Sobre todo
en estas
épocas
tan
difíciles
Quiero apagar
la cabeza
Desconectar
Silencio
Una patada
de incertidumbre
me golpea
el pecho
Me tumba en
el piso
Me deja
al borde
del abismo
Apoyo las
manos
en el suelo
Gateo para
atrás
como un
bebé
en reversa
Me salgo
de ese
lugar
Soy mucho
más
que mis
miedos
Como chicos
chapoteando en un charco
te hundís en mí en un juego
de risas
y enchastre
Te acaricio la espalda
mientras te saco
el barro con las uñas
Besás mi cuello
salitroso
nostálgico de mar y de gaviotas
La tormenta pasó
Somos barcos de papel
bailando
en el agua
La
cortadora de pasto
de mi
vecino
ruge
Escupe
granas verdes
El olor a
pasto cortado
me llega
desde el balcón
La luz que
se cuela por la ventana
ilumina la
casa
La tarde
duerme la siesta
mientras
nosotros soñamos juntos
con la
complicidad
que nos fue
dando el tiempo
Nos
relajamos
más tranquilos
más serenos
El cerebro
avecina tormenta
Tiene miedo
Observa nubarrones
de sesos grises que se inflan
tratando de
retener el agua
Parece que
logra aquietar la borrasca amenazante
Entonces me
acomodo
a soñar
bosques y playas caribeñas
Pero el
corazón galopa agitado dentro de la caja torácica
presiente
la vorágine
el huracán
Quiero amainar
los nubarrones que me invento
En
cualquier momento el agua sale a chorros
de la
represa
Inunda los
pulmones
Y yo me
quedo
anegada
en el barro
Tu lengua sabe
curarme las
heridas
con suavidad
Recorre llaga
por llaga
Me da
ternura
Refugio
Tu lengua
sabe
las palabras
exactas
para contener
Una planta
se marchita
a pesar de mi esmero
Nunca se me
dio bien
la jardinería
La ventana
de mi
vecino
se desdibuja
a través
de la
lluvia
Siento las
gotas caer
sobre un patio
que adivino
desde la
silla de mi comedor
Silencio de
mañana de campo
en la
ciudad
Me cebo otro
mate
y pienso
que soy
afortunada
Yo
puedo con
todo
Soy
la que
siempre está
disponible
Sarmienta
de todas las causas
En mi vida
no hay
lugar
al no puedo
(no quiero)
Tengo la
necesidad urgente
de no poder
Quiero
boludear
Quiero
dormir
Quiero leer
Necesito
poder decir no
Cuando quiero
quedarme
en casa
Conectar
con mi energía
Que nadie
me la modifique
Necesito
por sobre
todo
estar tranquila
Quieta
Y no
No estoy
mal
Al contrario
Estoy muy
bien
Ese discurso del “vos podés” no te permite hacer los duelos que necesitás, bajar un cambio, evaluar los golpes de la vida y tomarte el tiempo para sanar. Creo que es muy importante poder darle lugar a esos momentos. Yo siempre puedo con todo, pero ¿a qué precio? Hoy mi desafío es entender que no puedo con todo, que a veces no quiero poder con todo. También es bueno saber hasta dónde. Y eso no te lo puede decir nadie. Es una decisión propia. Y bienvenida sea.
La locura
es un
monstruo
que demanda
y demanda
Nunca está
satisfecho
Hacés
Hacés
Y no alcanza
El pedido
siempre se corre
más allá
Siempre es
necesario algo más
Horizonte
que se aleja
cuanto más
caminás
Difícil no
entrar
en ese
terreno
pantanoso
Imperioso
quedar afuera
darle lugar
al cansancio
al hastío
a la bronca
Poder
decir “gracias
Esto es
tuyo
Yo
no lo
quiero”
Pensó que la mala suerte sería su fiel compañera. Toda la vida.
Tu mirada
me quema la piel
Y así estoy
en carne viva
haciendo chispas
de imaginarias ramas secas
buscando
un equilibrio esquivo
un horizonte
que se aleja
y se aleja
Nadie nos enseña
a lidiar
con la pasión
Tirado en la cama miraba el techo.
Se había pasado un poco con la cerveza, pensaba, hundido en el colchón mientras
el techo daba vueltas. Lloraba en medio de esa cama que ahora la sentía grande.
Se destapó con fuerza, tenía calor. Y esas sábanas de flores rojas y broderie
en el borde le recordaban que ella ni siquiera había querido llevarse sus
cosas. Lo único que le importaba era alejarse de él lo más rápido posible.
En su cabeza reverberaban las
conversaciones del bar al que había ido solo a ahogar sus penas en alcohol. Cerveza con maní. Y había vuelto a
fumar además. Ahora también olía a pucho. Patético todo, pensó.
“¿Cómo te vas a regalar así?”, le
decía una amiga a otra. “Me encanta”, fue la sabia respuesta de la regalada.
“Bien ahí” pensó nuestro protagonista. Quería saber más: ¿cómo se había
regalado? Quería detalles.
Dos tipos hablaban en otra mesa.
“Quinientos pesos van a ser quinientos dólares”. “Pero no seas pelotudo”.
“Hacele caso a tu novia, que va a votar como yo”. “Dejenmé de joder vos y mi novia.
Desde que estoy con ella, TN y Clarín me
mandan mails todos los días”. “Y suscribite, hay que leer de todo”. “Ni en
pedo, viva Perón”. “Mirá el ex de tu hermana, muy compañero pero al final era
un femicida. Decí que tu hermana se
avivó a tiempo”. “Sí, menos mal, pero la pasó como el culo, pobre”.
No pudo saber cómo terminó la
historia, ni qué sería de la vida de la hermana del tipo, ni cómo supo que el
novio era un femicida ni cómo hizo para
zafar; uno de los chabones se dio cuenta
de que estaba escuchando y le hizo un gesto al otro para que se callara. Hubo
un silencio tenso, incómodo.
Pidió otra cerveza. Le dolía el
cuerpo de extrañarla.
El resto de las conversaciones se
le mezclaban, todo se desdibujaba, como su techo en ese momento. Se le acercaba
y se alejaba. Había tomado mucho, sí.
“Ya nos vimos una vez. Ella es
separada”.
“Bueno, hablamos para el jueves”.
“Porque ya, en breve…”
“¿Tenés clase?”
“Yo ya pude, pero hablemos”.
“Para mañana en el CCK”.
Miró la lámpara del techo. La
había elegido ella. Mañana sin falta la
iba a cambiar. También iba a quemar esas sábanas de mierda. No quería nada que le recordara a ella. Y su
ropa iba a quemar. Que ni se le ocurra venir a reclamar nada, la muy turra.
Igual seguramente ni pensaba volver. Ni siquiera para reclamar nada. Se puso a
llorar. Patético todo, pensó de nuevo.
“No volvés más”.
“A mí la Argentina no me dio nada”.
“Sí, obvio. Olvidate”.
Quería hacer pis, pero no se
quería levantar de la cama. Le pesaba todo el cuerpo y si se movía se mareaba. De repente y para su
sorpresa, vomitó. Quedó todo desparramado en el piso. Menos se iba a levantar
ahora, a ver si encima pisaba su vómito, lo único que le faltaba. Listo, ya
fue, pensó. Hizo pis sobre las sábanas floreadas al grito de “mirá como te riego
las plantas hija de puta”. El chorro no se cortaba más, mucha cerveza había
tomado. Una vez vaciado de todo líquido, relajado y flojo, se durmió en medio
de sus propios olores nauseabundos.
Mi hermano estaba destinado a
grandes cosas. Desde chico era el admirado por mis padres por sus salidas
ingeniosas.
Cuando a mí me preguntaban que
quería ser de grande, mi respuesta era algo tan común como maestra y, un poco
más osado, actriz. Logré las dos cosas, así que podría considerarme alguien que
cumplió sus objetivos en la vida.
Mi hermano iba a ser magnate. Mis padres
festejaban entusiasmados a su exitoso descendiente que los iba a llenar de
yates y mansiones. Por supuesto, no es un magnate, pero eso no quita que esa
palabra era mencionada en cada reunión familiar y con amigos. Todos reían y
festejaban esa ocurrencia. Ningún otro niño que ellos conocieran tenía planes
tan ambiciosos para su futuro.
No me acuerdo cuántos años
tendría, supongo que cinco y mi hermano tres cuando nos fuimos de vacaciones a
Altántida, en Uruguay. También fue un matrimonio amigo de mis padres, que tenía una hija de cuatro, Elena.
Era una época en la que pasaba el lechero y nosotros podíamos jugar
en la calle mientras nuestros padres dormían la siesta tranquilos. Se nos
ocurrió la gran aventura de dar una vuelta a la manzana. ¿Qué podía salir mal?
Como la mayor y más experimentada, tomé las riendas del asunto y me puse a
guiar a los pequeños. Si hoy en día me desoriento en la calle, imaginen a los
cinco años en un lugar desconocido. Cuando llegamos a la esquina, no sabía qué
dirección tomar, las dos calles que se cruzaban me parecían un desierto enorme
y desolado. Agarré para donde me pareció que teníamos que ir. Nos perdimos.
Parece que mientras Elena y yo llorábamos desconsoladamente pensando que
nunca más íbamos a ver a nuestras familias, mi
hermano nos decía: “no lloren, chicas, que no estamos perdidos, estamos
en la calle”.
Esa es la versión de mis padres
de la que descreo, porque ¿cómo saben lo que cuentan si no estaban con nosotros?
Lo atribuyo más a la misma ilusión que les hacía que su hijo quisiera ser magnate.
También cuentan que mi mamá veía
venir al lechero en bicicleta con mi hermano en la parte de atrás. Se ve que se
iba y llegaba solo al pueblo. Mi mamá ni se daba cuenta hasta que lo veía llegar muy contento en el cajoncito con
las botellas de leche.
Él era el aventurero, el héroe
que rescataba a su amiga y a su hermana, mayores, el futuro magnate.
Hasta ahí lo que sé de ese verano
en Atlántida. En esa época nuestras vacaciones duraban de diciembre a febrero.
Qué tiempos aquellos.
A partir de mis seis años
empezamos a ir todos los veranos a Villa Gesell. Y ahí dijo otra de sus frases célebres.
Villa Gesell tiene una iglesia
chiquita en las calles 4 y Buenos Aires. Un domingo paseábamos con el auto y al
ver la fila que se hacía para entrar, exclamó: “¡Qué buen negocio esta
iNglesia!”
Costó tener ese hermano en el que
estaban puestas todas las expectativas. Ni hace falta decir que a mí no me
ponían ninguna ficha. Hoy, que finalmente logramos tener una relación de pares,
sé que para él tampoco fue fácil sostener ese personaje exitoso que mis padres
habían imaginado.
Cuando me casé, en contra de mis
suegros que proponían a los gritos Mendoza, nos fuimos a Villa Gesell, que era
mi sueño.
Nacieron los chicos y siguiendo
la tradición de mi familia de origen, seguimos veraneando ahí, pero ahora una
semana o dos como mucho. Los tiempos han cambiado.
Cuando me separé no pensé que iba
a volver tan pronto. Al año conocí a mi novio, que es viudo y también veraneaba
con su familia ahí. Por esas cosas de la química planificamos un viaje
enseguida de conocernos. Dijimos: Gesell, ¿por qué no? Eso sí, a ninguna de las
casas que alquilábamos antes con nuestras respectivas familias. Y hacia allá
partimos, nosotros y nuestros recuerdos a flor de piel. Cada uno con su duelo,
aunque sean duelos muy diferentes; sabemos acompañarnos. Caminamos por la
playa, salimos a comer y también cocinamos. Y por supuesto pasamos por la
iNglesia, que estaba cerrada ese día. Le
tengo que avisar a mi hermano que no era tan buen negocio. Aunque supongo que
ya lo sabe.
Quiero esconderme
hacerme chiquitita
Tanto
que no me veas cuando
enloquezco
Busco la falla
o la produzco
cuando no hay
¿Por qué?
pregunto a los gritos
al cielo
a las paredes
La calma me esquiva
como el dardo mal
apuntado
pasa de largo
No me dejes
pasar
de largo
En el silencio de la noche
recuerdo tu sonrisa
que acomoda mis ideas
tambaleantes
Recuerdo tu mano
que acaricia mi mejilla
y borra las lágrimas que todavía
caen
Una promesa
se hace chocolate
derretido sobre tus dedos
vamos a estar bien
Una certeza fugaz
cruza el cielo nocturno
mañana
nos volvemos
a encontrar
A veces soy
estrella brillante
Otras
eclipse
Otras
meteorito
errático
que no
encuentra su lugar
si no es
chocando
La Vía
Láctea me confunde
La noche es
interminable
No puedo
amanecer
Cuándo será
el fin de la agonía
que me
atraviesa el pecho
Me deja
inerme
No sé
cómo
aferrarme
a la calma
Me pierdo
en mi marea
Añoro la
estabilidad que nunca tuve
Ya es de
mañana
Salgo a
buscarme bajo la lluvia
Nos vemos
en el
camino
Temor
congelado
como este
invierno que a veces asoma
Instante
fatal
La
respiración se me detiene
ante la
posibilidad de que
todo
tome
otro rumbo
Sabemos que
a veces pasa
cuando
menos los esperamos
Un corazón
deja de latir
Una bomba
explota en algún país lejano
O en algún
pecho desprevenido
Nuestras
sonrisas se abrazan
Y el mundo
se vuelve
un lugar
seguro
Hasta que
la fragilidad
se hace
presente
en el
silencio de la tarde
El
pensamiento se desborda
La noria
gira
gira
gira
se sale de
su cauce
incontenible
Según el
budismo de Nichiren Daishonin
hay tres
mil aspectos
contenidos
en cada
instante vital
Y yo ruego
que en cada
uno de ellos
estés vos
Quisiera
que mis
caricias en tu espalda
pudieran
deshojarte
la tristeza
Mandaran
las preocupaciones al rincón
donde pellizco
con suavidad tu piel
que se
entrega a mis manos
Y qué linda
se ve tu sonrisa agradecida
Tus omóplatos
refugio de
pecas y lunares
Y qué lindo
el sueño que nos arrulla
de repente
junto al
abrazo
Y qué linda
costumbre esta
que se nos
hizo
de estar
juntos
Gotas de
inquietud
caen
sobre mi
propia tormenta
¿Dónde
perdí el timón de este barco
que va por
buen camino aunque yo me pierda?
La marea me
transporta
Me golpea la
coraza que me pongo
para no
sentir este dolor
que no sé
de dónde
viene
La marea también
me acuna
como la
madre que fui
Me canta el
romance
del enamorado
y la muerte
El dolor
amaina
Los
sentimientos se expanden
Un rayo de
sol
bien a lo
lejos
me ilumina
una lágrima
Qué lindo
cuando se
achica
la distancia
entre tus
brazos y mis ganas
Somos río
calmo que corre
de tu
sonrisa a mis caderas
Nuestros
besos son caricia y sostén
Estampida
que nos arroja
al vacío
al que nos
tiramos confiados
Sabemos
que bien
vale la pena tanto vértigo
Valles
Montañas
Bosques ondulantes
se agitan
Esperan ansiosos
nuestro próximo
encuentro
Apoyo la
mejilla en tu pecho
Remolinos de
ternura
me abrazan
y todo se acomoda
Tu vello me
hace cosquillas
Huequito de
frescura
Ternura
Refugio
Me gusta
quedarme
en ese espacio
y tiempo suspendido
en esa
sensación de estar
en casa
Adolescencia
desparpajada
que me
arrastra de los pelos
a lugares
desconocidos
o ya olvidados por lejanos
Me busco
incansable
en este sinsentido
que me deja
cacheteada e
incierta
Disfruto de
esta locura
que a veces
es grito
y otras
muchas
veces
carcajada