Puso sus manos en mi cuerpo con
precisión y destreza. Su manera de recorrerme despertaba cada fibra de mi ser. ¡Y
la música! La música era perfecta para la ocasión. Me sentí transportada a un
universo mágico. Me dejé hacer, esperando que no terminara nunca. Lamenté no
habernos conocido antes, pero agradecí que la vida me hubiera dado esta
oportunidad en mis años no tan jóvenes. Ahí lo tenía, mirándome, inquisidor,
quería saber si me había gustado, si la había pasado bien.
La sonrisa en mi cara fue la mejor respuesta. Ojalá me diga de volver a vernos,
pensé; y lo hizo. No podía creer mi suerte. Así y todo, no estaba segura, tenía
mis recelos, mis limitaciones. Su edad, y algunas otras cuestiones. Le pregunté
si podía escribirle más tarde, y me dijo que sí. Todo un caballero.
Los días pasan y extraño sentirme
como me sentí, cada vez tengo más ganas de estar ahí, de repetir esa
experiencia casi mágica. Además, ya cobré, así que le voy a escribir a ver
cuándo podemos vernos, cuándo tiene un turno para el próximo masaje.