lunes, 28 de febrero de 2022

Perdón

 

Los vio y no pudo evitar sonreír para sus adentros. Madre e hijo adolescente sentados en diagonal a ella en el colectivo. Entendió la situación inmediatamente, casi la vivió de tan familiar. Ese silencio, esa tensión.

Sus hijos ya eran grandes, los problemas eran otros. Por suerte ya habían pasado esa época odiosa en la que todo lo que ella dijera les molestaba.

La de veces que había viajado en silencio con alguno de ellos, que le había hecho el favor de ir al cine con ella, o de tomar algo en un bar, porque ya lo había invitado tantas veces que resignado no había encontrado más excusas para decirle que no. A reglamento, eso sí, por respeto, porque ella era su madre, solo por eso, que le quedara bien claro que si por él fuese estaría en cualquier otro lugar con cualquier otra persona.

Reprimió las ganas de acercarse a esa madre y decirle que no se preocupara, que todo pasa, que después se extraña ese mínimo control que todavía se ejerce sobre ellos, aunque el precio sea algún “no jodas, vieja”, o esa cara de culo, o ese silencio tenso que se rompe con un mimo o una cosquilla, porque todavía son nenes adentro de un cuerpo que les queda grande.

Comprendió a su madre, recordó lo difícil que había sido para las dos, las peleas a los gritos, su cara de desprecio cuando su madre hablaba, la vergüenza que le daba.

Los vio levantarse en silencio, fueron para la puerta y quedaron uno al lado del otro, ninguno decía nada. La incomodidad flotaba en el ambiente.

Vio como ella tocaba el timbre.

Escuchó como él pedía perdón, torpemente, como el adolescente que era. Sintió que todo volvía a acomodarse en el orden del universo, volvía a reinar la paz. Una tregua, hasta la próxima vez. Vio como ella rejuvenecía, no parecía tan grande ahora que la veía de cerca. Debe haberlo tenido muy joven.

Los vio bajar y darse un beso, largo, intenso. Vio las manos de él tratar de meterse por debajo de la remera de ella, con urgencia ante una reconciliación llena de promesas. Vio como ella lo frenaba porque estaban en la calle. Los vio caminar juntos, abrazados.

El semáforo se puso en verde. El colectivo arrancó, vio como quedaban atrás, cada vez más lejos.

Todavía le quedaba un buen rato antes de bajar.

viernes, 25 de febrero de 2022

Salí como escritora

 

Cuaderno y birome en la cartera. Atenta a las personas, las ropas, las miradas. Cada gesto es una historia. A escribirlo todo. Ojo testigo. Lapicera que retrata el instante.

Quiero quedarme en casa. Escucho las peleas de mis vecinos, los pocos autos que pasan, el silencio de los muertos que descansan a pocos metros. En paz lo dudo, el bar de Rodney aturde con sus bandas de rock ignotas pero entusiastas.

No quiero salir. El afuera es ruidoso, violento.

Pero tengo que salir. Varios colectivos no paran. Estoy tan perdida en esta nueva normalidad que ni logro enojarme. Me pregunto si habrá un límite de gente que puede subir. Tampoco van llenos. Sí apurados, quién sabe a dónde. O locos. Como el mundo.

El colectivero insulta a una ciclista con más bronca de la que la situación amerita.

No quiero salir, tengo miedo de perder mi espacio de escritora, algo interno que no es físico ni lo puedo definir, tengo miedo de perderlo, le cuento a la persona que mejor podía escucharme. Y entenderme.

Nos pasa a todos, me responde, salí como escritora.

Eso hice.

jueves, 24 de febrero de 2022

Hasta cuándo

una pandemia

otra guerra mundial

otro amigo con covid

una normalidad que nunca va a volver

miedo

desasosiego

cansancio

hastío


lunes, 21 de febrero de 2022

Des Encuentro

 

Lo enroscó como una serpiente a su presa, sus piernas alrededor de la cintura de él. Años de acoso por fin habían dado sus frutos.

Él se lamentaba para sí el hecho de que finalmente ella lo hubiera encontrado con la guardia baja y la testosterona alta. Sabía que lo que estaba pasando era un error que le iba a costar solucionar.

Ella jadeaba feliz.

El hizo un gran esfuerzo de imaginación y logró penetrarla.

Los gritos de ella lo molestaban. Le molestaba no sentir lo mismo, no estar a la altura de su excitación. No lograba acabar, que era lo único que quería en ese momento.

Ella estaba fascinada por lo bueno y aguantador que era él.

Como en una novela berreta acabaron juntos.

Ella se durmió soñando un futuro con él que no iba a ocurrir. Se sentía liviana, joven y atractiva todavía.

Él aprovechó el sueño de ella para vestirse y huir lo antes posible. No la había pasado mal, tampoco bien. Quería olvidarlo todo.

domingo, 13 de febrero de 2022

Estrella, Siempre Libre hasta la Plenitud

 

La vio acercarse, desnuda y tambaleante.

—¿Y tu pañal, Estrella? — le preguntó.

—Caca, pañal­— respondió Estrella, señalando hacia el  baño.

Fueron y ahí estaba la pelela rosa con el sorete prolijo y brillante adentro. Al lado de la pelela, en el piso, estaba el pañal que Estrella, su madre no entendía cómo, había logrado sacarse sola. La carita regordeta de la beba sonreía orgullosa de su hazaña. Dejó los pañales sin esfuerzo antes de cumplir los dos años.

A los diez años, le dijo:

—¿Viste lo que me habías contado de cómo nacen los bebés y la sangre todos los meses?

Vio, y le enseñó cómo tenía que hacer. Agradeció haber hablado con su hija sin tapujos, no como le había pasado a ella, que pensó que se iba a morir la primera vez que se indispuso. Todo ocurrió sin sobresaltos para Estrella. Lo único es que le dio un poco de ternura que le pasara siendo tan chica. Igual, Nosotras, Siempre Libres, pensó.

A los dieciséis años, Estrella tuvo su primer hijo.  Cada dos años tuvo un hijo. Fue abuela a los 40 y madre hasta los 60, cuando finalmente dejó de menstruar. A los 80 enviudó.

Murió a los 100 en Plenitud, rodeada del amor de sus 22 hijos, 48 nietos, 80 biznietos y 150 tataranietos y choznos.

sábado, 12 de febrero de 2022

Chivo emisario

Redondo, redondo, barril sin fondo, pensaba y se reía. Redonda la pileta, la de los chicos. Con un buen diámetro pero no muy profunda. Las cinco grandulonas habían tomado posesión. Chapoteaban en el agua que seguramente alguna de ellas también había contribuido a entibiar.

El juego era así: una cerraba los ojos y tenía que atrapar a alguna otra. Las demás la tocaban, chapoteaban alrededor, la llamaban y se cambiaban de lugar para confundirla o simplemente hacían silencio. La cazadora se movía por el agua y cuando atrapaba a alguna presa, esta se convertía en la siguiente cazadora.

La atraparon, cerró los ojos y empezó a dar vueltas por la pileta, escuchaba de fondo los ruidos de alrededor mezclados con los chapoteos en el agua. El silencio a veces. Se tiraba para adelante y sentía como el agua le golpeaba el pecho. Cada tanto tocaba a alguna pero no llegaba a atraparla. No sabe cuánto tiempo estuvo así. Los sonidos se le confundían, no sabía en qué parte de la pileta estaba. Quería abrir los ojos, pero tenía miedo de que la llamaran tramposa. Eso nunca. Sintió que le tocaban el hombro.

 —Nena, nena.

Siguió chapoteando, buscando a sus amigas. Los ojos cerrados.

 —Nena.

Abrió los ojos. Vio unos ojos marrones que la miraban profundo.  No entendía.

 —Se fueron todas —le dijo, haciendo un movimiento con el brazo que abarcaba todo el espacio —, mirá, se fueron.

Las mejillas le ardieron. Miró para todos lados, no le importaba dónde estaban las demás, ya no le interesaba encontrarlas. Lo único que quería era que nadie más se hubiera dado cuenta de que la habían dejado sola.

viernes, 11 de febrero de 2022

Microrrelato

 Era tal su ansiedad por llegar no sabía a dónde

que siempre quedaba a mitad de camino.

jueves, 3 de febrero de 2022

Lunares

 

lunares

            lunares

                        más lunares

donde miro hay uno

todos diferentes

distinta forma

            tamaño

                        textura

                                   color

hay que controlarlos

            todos los años

pasar por la luz

esa luz brillante

            potente

que te ve hasta lo más profundo

lo que sin esa luz no se puede ver

¿no tiene un tamaño distinto

ese lunar de la pierna?

está perfecto  dice el doc

¿y ese?

perfecto

¿y ese?

también

veo lástima en sus ojos

alivio de no ser yo

y me pregunto

si lo que me pasa

me pasa porque tengo

más lunares que piel

o porque soy

paranoica

obsesiva

hipocondríaca

exagerada

miércoles, 2 de febrero de 2022

Mirar adentro

 

el tiempo se detiene

el sonido del silencio envuelve el aire

un nene habla en algún lugar vecino

vocecita pequeña

saltarina

el ruido de las aspas del ventilador

que apunta directo hacia mí

lo tengo al lado

más cerca no puedo

el pelo se mueve con el viento artificial

fuera de esa cápsula refrescante

sopor de verano

a través de los párpados cerrados

veo verde, amarillo, rojo

como un semáforo que no se decide

rojo

presto atención a la respiración

verde

voy para adentro

necesito esta quietud

callar mi mente

mirar lo que hay en mí

me observo

por dentro soy azul

como el mar en calma

con qué facilidad se agitan las aguas

presto atención a la respiración

hoy intentaré

una hermosa y flameante

bandera celeste