—¿Me lo vas a dar?
domingo, 25 de julio de 2021
Domingo absurdo
viernes, 23 de julio de 2021
Y un día se fue
Y un día se fue.
Quizás pasamos
mucho tiempo juntos, le pedí demasiado, la gasté.
Lo cierto es que
desapareció y no sé cómo ni dónde encontrarla.
Al principio
pensé que era algo pasajero, que ya volvería, como siempre.
No era la
primera vez que se iba así, sin avisar.
Siempre volvió.
Esta vez está
tardando más y eso me preocupa.
A veces me
parece verla. Pero se desvanece enseguida. Tanto, que ya dudo de si realmente
la vi o fueron mis ganas nomás.
En parte la
entiendo, yo también me hubiera sentido demandado en su lugar.
No quise
saturarla, no era mi intención. Pero, como dicen, el infierno está lleno de
buenas intenciones.
Espero que no
esté todo perdido, que todavía podamos recomponer la relación.
La extraño.
Si necesita
tiempo, está bien.
Espero que pronto me sorprenda con su hermosa compañía
que tan bien me hace. Ojalá ella también disfrute de estar conmigo y me quiera
tanto como la quiero yo.
domingo, 11 de julio de 2021
Salud, Carmelita
Ay, Carmelita, qué linda foto
esta donde estamos las dos. Mirá qué lindas que estamos. Bueno, vos estás muy
linda. Yo estoy toda ojerosa. Hacía poco de mi internación por ese virus que
tuve en el nervio del oído, ese que me hizo perder mi ya precario equilibrio.
¿Te acordás, Carmelita? Claro que te acordás. Qué locura, ¿no? Y vos me
acompañaste en todo momento. Casi una sombra mía eras, Carmelita. Con lo que a
mí me gusta que me estén encima, amiga, vos ya lo sabés.
Me gusta mirar esta foto, ¿viste?
Porque ahí ya podía caminar sin torcerme para los costados. Ya podía andar sola
por la calle sin tener miedo a volver a sentirme como me sentí ese día en mi
casa, cuando pasó todo.
En la foto estamos tomando el
licor de dulce de leche que me trajiste. Lástima que no le sacamos foto a la
pasta frola que hiciste, que estaba espectacular. Sabés que el licor de dulce
de leche y la pasta frola son un combo mortal para mí. Qué bien que la pasamos
ese día de la foto, Carmelita, hacíamos chistes de que si perdía el equilibrio
le podía echar la culpa al alcohol.
No sé si fue la risa, el licor o
la pasta frola, pero la imagen tuya con mi marido se me apareció de repente,
como un limpiador de vidrio en la ventana. Lo recordé todo, Carmelita. Ese día,
cuando los vi a los dos en nuestra cama mi corazón que se detuvo como calesita
rota, mientras que mi cabeza daba vueltas como calesita reparada. Fue tremendo,
Carmelita. La casa entera giraba. Tuve que tirarme al piso, porque si no me iba
a caer. Después de eso, ya no me acuerdo más de nada. Lo siguiente que recuerdo
fue que estaba en el hospital y ustedes dos me observaban muy preocupados. Por
mi salud, supongo.
No puedo dejar de mirar la foto. Todavía me quedaban secuelas
del virus, se me nota en el aspecto. Las manos me temblaban mucho en esa época.
No sabés lo que me costó pisar las pastillas antidepresivas que me dieron
después de todo lo que pasó, Carmelita, y embocarlas en ese vasito tan chiquito
para el licor. Y asegurarme de que lo agarraras vos, y nadie más. Toda una hazaña,
pero lo logré. Espero que no me guardes rencor, Carmelita.
Salud.
sábado, 10 de julio de 2021
Amores en la red
Se enamoró.
Contra todo pronóstico. Contra toda predicción. Contra ella misma, incluso. No
tenía ganas de volver a sufrir. Estaba contenta con la tranquilidad que había
logrado en su vida, esa estabilidad rayana en el aburrimiento.
Lo esperaba, eso
sí. Vaya que lo esperaba. Como perro a su porción de alimento balanceado. No movía
la cola, pero su respiración se aceleraba cuando él escribía o comentaba algo.
En cualquier lado y a cualquier persona. Es que sus comentarios siempre eran
acertadísimos, y ella estaba segura de que todos iban veladamente dedicados. A
ella, por supuesto.
¿Cómo estás tan
segura que lo que escribe es para vos? Le pregunté alguna vez.
Esas cosas se
saben, fue su respuesta.
Y yo, que nunca
sé de esas cosas, ni sé cómo se saben, decidí no preguntarle más. Un poco por
respeto, y otro poco porque me agobiaba que de lo único que me hablara fuera de
él. El chat se me estaba poniendo aburrido. Empecé a chatear con otras personas
que por suerte me hablaban de temas más interesantes.
Tampoco sé cómo
termina la historia, porque ella se borró de todas las redes sociales de un día
para el otro.
Casualmente, él
también.
Así que les
perdí el rastro.
viernes, 9 de julio de 2021
Lamiendo heridas
Tengo que
aprender a darle más bolilla a mis corazonadas.
Cuando algo
adentro mío grita que no estoy cómoda.
Cuando el
cuerpo no soporta más la tensión, la cabeza duele y la fiebre sube.
Exploté.
Me fui de
todos lados.
Incluso de
lugares que ahora extraño.
Lugares donde me dijeron que era una pena que me sintiera así, pero que también estaba bueno saber
hasta donde uno podía o quería, y saber cuándo parar.
Que si
quería volver, sabía dónde encontrarlos.
Esa es la
gente que me hace bien, la que me da mi espacio, no me presiona ni cuestiona
mis decisiones.
Ahí es.
Aunque
todavía no esté lista para interactuar con nadie.
Necesito esta coraza, que a veces se me hace
cárcel.
Porque abrí
las puertas del lugar equivocado y no dimensioné el daño.
Perdí toda
proporción, entré en la locura ajena.
Cosa
peligrosa si las hay.
Sentí que
me era imperioso huir.
Y huí.
De a poco
regresaré a los lugares donde no siento tensión en el aire; sé dónde
encontrarlos.
La vida es
una sola; y muy valiosa en estos días de
tanta muerte alrededor.
Ya casi que
estoy lista.
En cuanto
sanen un poco algunas heridas, abriré mis puertas a lo que sí.
Mientras
tanto, descanso.
Y bailo.