domingo, 25 de julio de 2021

Domingo absurdo

—¿Me lo vas a dar?

—Ya te dije que sí.
—Siempre decís que sí.
—Sí.
—¿Sí, qué?
—Que siempre digo que sí. Lo que vos dijiste.
—Yo no dije nada.
—Sí.
—¿Me lo alcanzás, por favor?
—¿Que te alcance qué?
—Eso blanco de ahí.
—¿Qué es?
—No sé.
—Yo tampoco. Es blanco.
—Lo veo.
—De plástico.
—Y tiene unas ranuras.
—Y arriba una armazón de metal con varios hilos que van de una punta a la otra.
—¿Lo tiramos?
—Dale, no veo para qué puede servir. Y no es muy lindo que digamos.
—Vos tampoco sos lindo y no te tiramos a la basura por eso.
—Cuando tenés razón, tenés razón.
—Un gusto verte, como siempre.
—Nos vemos pronto.

Al rato:

—¡Cuando encuentre al que tiró mi cortador de huevo a la basura lo mato!

viernes, 23 de julio de 2021

Y un día se fue

 

Y un día se fue.

Quizás pasamos mucho tiempo juntos, le pedí demasiado, la gasté.

Lo cierto es que desapareció y no sé cómo ni dónde encontrarla.

Al principio pensé que era algo pasajero, que ya volvería, como siempre.

No era la primera vez que se iba así, sin avisar.

Siempre volvió.

Esta vez está tardando más y eso me preocupa.

A veces me parece verla. Pero se desvanece enseguida. Tanto, que ya dudo de si realmente la vi o fueron mis ganas nomás.

En parte la entiendo, yo también me hubiera sentido demandado en su lugar.

No quise saturarla, no era mi intención. Pero, como dicen, el infierno está lleno de buenas intenciones.

Espero que no esté todo perdido, que todavía podamos recomponer la relación.

La extraño.

Si necesita tiempo, está bien.

Espero que pronto me sorprenda con su hermosa compañía que tan bien me hace. Ojalá ella también disfrute de estar conmigo y me quiera tanto como la quiero yo.

domingo, 11 de julio de 2021

Salud, Carmelita

Ay, Carmelita, qué linda foto esta donde estamos las dos. Mirá qué lindas que estamos. Bueno, vos estás muy linda. Yo estoy toda ojerosa. Hacía poco de mi internación por ese virus que tuve en el nervio del oído, ese que me hizo perder mi ya precario equilibrio. ¿Te acordás, Carmelita? Claro que te acordás. Qué locura, ¿no? Y vos me acompañaste en todo momento. Casi una sombra mía eras, Carmelita. Con lo que a mí me gusta que me estén encima, amiga, vos ya lo sabés.

Me gusta mirar esta foto, ¿viste? Porque ahí ya podía caminar sin torcerme para los costados. Ya podía andar sola por la calle sin tener miedo a volver a sentirme como me sentí ese día en mi casa, cuando pasó todo.

En la foto estamos tomando el licor de dulce de leche que me trajiste. Lástima que no le sacamos foto a la pasta frola que hiciste, que estaba espectacular. Sabés que el licor de dulce de leche y la pasta frola son un combo mortal para mí. Qué bien que la pasamos ese día de la foto, Carmelita, hacíamos chistes de que si perdía el equilibrio le podía echar la culpa al alcohol.

No sé si fue la risa, el licor o la pasta frola, pero la imagen tuya con mi marido se me apareció de repente, como un limpiador de vidrio en la ventana. Lo recordé todo, Carmelita. Ese día, cuando los vi a los dos en nuestra cama mi corazón que se detuvo como calesita rota, mientras que mi cabeza daba vueltas como calesita reparada. Fue tremendo, Carmelita. La casa entera giraba. Tuve que tirarme al piso, porque si no me iba a caer. Después de eso, ya no me acuerdo más de nada. Lo siguiente que recuerdo fue que estaba en el hospital y ustedes dos me observaban muy preocupados. Por mi salud, supongo.

No puedo dejar de mirar la foto. Todavía me quedaban secuelas del virus, se me nota en el aspecto. Las manos me temblaban mucho en esa época. No sabés lo que me costó pisar las pastillas antidepresivas que me dieron después de todo lo que pasó, Carmelita, y embocarlas en ese vasito tan chiquito para el licor. Y asegurarme de que lo agarraras vos, y nadie más. Toda una hazaña, pero lo logré. Espero que no me guardes rencor, Carmelita.

Salud.


sábado, 10 de julio de 2021

Amores en la red

 

Se enamoró. Contra todo pronóstico. Contra toda predicción. Contra ella misma, incluso. No tenía ganas de volver a sufrir. Estaba contenta con la tranquilidad que había logrado en su vida, esa estabilidad rayana en el aburrimiento.

Lo esperaba, eso sí. Vaya que lo esperaba. Como perro a su porción de alimento balanceado. No movía la cola, pero su respiración se aceleraba cuando él escribía o comentaba algo. En cualquier lado y a cualquier persona. Es que sus comentarios siempre eran acertadísimos, y ella estaba segura de que todos iban veladamente dedicados. A ella, por supuesto.

¿Cómo estás tan segura que lo que escribe es para vos? Le pregunté alguna vez.

Esas cosas se saben, fue su respuesta.

Y yo, que nunca sé de esas cosas, ni sé cómo se saben, decidí no preguntarle más. Un poco por respeto, y otro poco porque me agobiaba que de lo único que me hablara fuera de él. El chat se me estaba poniendo aburrido. Empecé a chatear con otras personas que por suerte me hablaban de temas más interesantes.

Tampoco sé cómo termina la historia, porque ella se borró de todas las redes sociales de un día para el otro.

Casualmente, él también.

Así que les perdí el rastro.

viernes, 9 de julio de 2021

Lamiendo heridas

Tengo que aprender a darle más bolilla a mis corazonadas.

Cuando algo adentro mío grita que no estoy cómoda.

Cuando el cuerpo no soporta más la tensión, la cabeza duele y la fiebre sube.

Exploté.

Me fui de todos lados.

Incluso de lugares que ahora extraño.

Lugares donde me dijeron que era una pena que me sintiera así, pero que también estaba bueno saber

 hasta donde uno podía o quería, y saber cuándo parar.

Que si quería volver, sabía dónde encontrarlos.

Esa es la gente que me hace bien, la que me da mi espacio, no me presiona ni cuestiona mis decisiones.

Ahí es.

Aunque todavía no esté lista para interactuar con nadie.

 Necesito esta coraza, que a veces se me hace cárcel.

Porque abrí las puertas del lugar equivocado y no dimensioné el daño.

Perdí toda proporción, entré en la locura ajena.

Cosa peligrosa si las hay.

Sentí que me era imperioso huir.

Y huí.

De a poco regresaré a los lugares donde no siento tensión en el aire; sé dónde encontrarlos.

La vida es una sola; y muy  valiosa en estos días de tanta muerte alrededor.

Ya casi que estoy lista.

En cuanto sanen un poco algunas heridas, abriré mis puertas a lo que sí.

Mientras tanto, descanso.

Y bailo.