Dracu sobrevolaba la ciudad. Buscaba sangre. Llevaba días sin morder un cuello. La gente
ya no salía tanto por la noche. La mancha roja le nubló los sentidos. ¿Un
accidente, quizás? Se relamió los colmillos y allá fue, en busca de su manjar,
con los cerrados. Tampoco es que con los ojos abiertos viera demasiado. Enfocó
como pudo ese rojo que lo invitaba al placer y a saciar su sed de sangre.
El golpe contra el semáforo lo
dejó sin aliento. Cayó al piso. El único auto que se animó a salir en la noche
le pasó por encima.
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