Tirado en la cama miraba el techo.
Se había pasado un poco con la cerveza, pensaba, hundido en el colchón mientras
el techo daba vueltas. Lloraba en medio de esa cama que ahora la sentía grande.
Se destapó con fuerza, tenía calor. Y esas sábanas de flores rojas y broderie
en el borde le recordaban que ella ni siquiera había querido llevarse sus
cosas. Lo único que le importaba era alejarse de él lo más rápido posible.
En su cabeza reverberaban las
conversaciones del bar al que había ido solo a ahogar sus penas en alcohol. Cerveza con maní. Y había vuelto a
fumar además. Ahora también olía a pucho. Patético todo, pensó.
“¿Cómo te vas a regalar así?”, le
decía una amiga a otra. “Me encanta”, fue la sabia respuesta de la regalada.
“Bien ahí” pensó nuestro protagonista. Quería saber más: ¿cómo se había
regalado? Quería detalles.
Dos tipos hablaban en otra mesa.
“Quinientos pesos van a ser quinientos dólares”. “Pero no seas pelotudo”.
“Hacele caso a tu novia, que va a votar como yo”. “Dejenmé de joder vos y mi novia.
Desde que estoy con ella, TN y Clarín me
mandan mails todos los días”. “Y suscribite, hay que leer de todo”. “Ni en
pedo, viva Perón”. “Mirá el ex de tu hermana, muy compañero pero al final era
un femicida. Decí que tu hermana se
avivó a tiempo”. “Sí, menos mal, pero la pasó como el culo, pobre”.
No pudo saber cómo terminó la
historia, ni qué sería de la vida de la hermana del tipo, ni cómo supo que el
novio era un femicida ni cómo hizo para
zafar; uno de los chabones se dio cuenta
de que estaba escuchando y le hizo un gesto al otro para que se callara. Hubo
un silencio tenso, incómodo.
Pidió otra cerveza. Le dolía el
cuerpo de extrañarla.
El resto de las conversaciones se
le mezclaban, todo se desdibujaba, como su techo en ese momento. Se le acercaba
y se alejaba. Había tomado mucho, sí.
“Ya nos vimos una vez. Ella es
separada”.
“Bueno, hablamos para el jueves”.
“Porque ya, en breve…”
“¿Tenés clase?”
“Yo ya pude, pero hablemos”.
“Para mañana en el CCK”.
Miró la lámpara del techo. La
había elegido ella. Mañana sin falta la
iba a cambiar. También iba a quemar esas sábanas de mierda. No quería nada que le recordara a ella. Y su
ropa iba a quemar. Que ni se le ocurra venir a reclamar nada, la muy turra.
Igual seguramente ni pensaba volver. Ni siquiera para reclamar nada. Se puso a
llorar. Patético todo, pensó de nuevo.
“No volvés más”.
“A mí la Argentina no me dio nada”.
“Sí, obvio. Olvidate”.
Quería hacer pis, pero no se
quería levantar de la cama. Le pesaba todo el cuerpo y si se movía se mareaba. De repente y para su
sorpresa, vomitó. Quedó todo desparramado en el piso. Menos se iba a levantar
ahora, a ver si encima pisaba su vómito, lo único que le faltaba. Listo, ya
fue, pensó. Hizo pis sobre las sábanas floreadas al grito de “mirá como te riego
las plantas hija de puta”. El chorro no se cortaba más, mucha cerveza había
tomado. Una vez vaciado de todo líquido, relajado y flojo, se durmió en medio
de sus propios olores nauseabundos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario