Me dice que con la ex ya no va
más.
Ella quiere que vayan juntos a
Córdoba. Él me explica por qué es inviable, que no quiere que la familia de
ella piense algo que no es. Que ellos no están más juntos. Que es un hombre
libre de compromisos.
Eso me lo dice a mí. A ella no le
dice que no va a ir.
Me dice que nuestros abrazos le preocupan
más que el sexo.
No entiendo. O no quiero
entender.
Me dice que no me coma una
historia que no es.
Y no sé si se refiere a su ex o a
nosotros. O a todo.
Me preguntó si yo estaba con otra
persona y como una ilusa sentí que era importante para él. Sabe perfectamente
que no estoy con nadie. Sé que no es recíproco. Él no tiene compromisos. Con
nadie. Me lo aclaró miles de veces, mientras me miraba con intensidad, para que
registrara que yo también estaba incluida. Él puede estar con quien quiera, no tiene
por qué explicar nada. Entonces no entiendo para qué me pregunta. No debería importarle si estoy con alguien o
no.
Recorro cada frase que dijo. No
puedo salir de sus palabras. Nuestros diálogos me vienen a la cabeza todo el
tiempo. Estoy atrapada en su mente retorcida. Tengo que salir ya de esta locura
o estoy perdida para siempre.
Trato de pensar en otra cosa.
No puedo.
Sé que voy a caer mil veces más.
Me llama y voy.
Me sube al cielo y me baja al
infierno en cuestión de segundos.
Pero sigo.
Quiero ese cielo, por eso me
empeño en volver ahí.
No termino de caer en que estoy
viviendo en el infierno.
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