miércoles, 17 de noviembre de 2021

Camila

Querido diario,

Vos dirás “a la vejez viruela”. Y tenés razón. Nunca escribí un diario y ahora se me dio por eso. Pero bueno, siempre estuve muy ocupada y ahora que me jubilé puedo dedicarme a escribir. ¿y qué mejor que un diario para empezar?

Así que ahí voy, mis primeros pasos en escribirte.

¿Qué te puedo contar?

No conocí a mi madre. Tuve un padre muy amoroso que me hizo como en los cuentos. Era chiquita y tenía un corazón en la cabecera y en la piecera. No sé si se dice piecera, nunca lo supe. Pero mi papá me talló esos corazones con mucho amor. Mi hizo hamaca, para que su nieto, Nehuén, pudiera dormir al son de las canciones de cuna, mientras Laila, su mamá, lo hamacaba. También barnizó mi piel color marrón oscuro. Divina quedé.

Cuando Nehuén tuvo un año, la cosa se puso complicada. Como todo niño inquieto se bamboleaba de acá para allá y mis bordes casi tocaban el piso. Así que Laila le pidió a mi papá que me cambiara la base por una cuna fija. Con cuatro patas, como corresponde. También me hizo una cajonera y una camita abajo con rueditas, para que cuando Nehuén fuera grande pudiera invitar a algún amiguito a dormir. Era muy capo mi papá, me transformaba en algo cada vez más lindo. Me gustaban las sábanas que me ponían. Ninguna de Disney, Laila era más bien hippie y antisistema. Nehuén dormía como un angelito. Las veces que tenía pesadillas o no se sentía bien, a veces también dormía Laila encima de mí, junto a él. Otras veces Nehuén se iba a la cama de los padres, entonces el que venía era Juan, su papá. Laila y Nehuén me caían mejor, me daban ternura. Juan olía un poco mal a veces. No me gustaba tanto. Por suerte en general venía Laila.

Cuando Nehuén fue más grande, me sacaron los barrotes y quedé como una cama normal. Mi papá me pintó de azul. Nehuén invitaba a sus amigos y a todos les gustaba mucho mi color. Hubo veces que tuve hasta cinco chicos encima saltando y jugando sobre mí. Otras veces armaban una carpa con mis sábanas y una silla y se quedaban ahí horas jugando al campamento y charlando y riéndose. Era muy divertido. Yo la pasaba muy bien.

Cuando nació Ayelén, la hermanita de Nehuén, mi papá hizo otra cunita, así que yo también tuve una hermanita. Cuando los dos fueron más grandes, el genio de mi viejo nos convirtió en cuchetas. Yo era la de arriba, la de Nehuén, por supuesto. Después adoptaron dos gatitos, que a veces dormían sobre mí, y otras sobre Litera, mi hermana, la otra cucheta que hizo papá.

Nehuén se casó y se fue a vivir con su mujer, cada tanto nos visita. No me da mucha bola la verdad, pero supongo que ese es el destino de una cama.

Ayelén todavía vive con los padres.

Pero lo que me preocupa, querido diario, y el motivo por el que te empecé a escribir, es que el otro día Ayelén me sacó fotos. Yo me puso contenta, imaginate, pensé que me iba a poner en un cuadro, como lo tiene a Nehuén junto a su esposa y su hijo. Lástima que mi papá ya no está para hacerle una cama al bebé. El tema es que le espié la computadora y de repente veo mis fotos. Soy famosa, pensé, aparezco en internet. Pero no, querido diario, estoy publicada en Mercado Libre. Y como si eso fuera poco, me venden muy barata. La ingratitud del ser humano es inmensa, querido diario. Yo, que les di los mejores años de mi vida.

Me voy a dormir. Sí, las camas también dormimos.

Sigo mañana.

Besos

Camila


No hay comentarios:

Publicar un comentario