sábado, 30 de octubre de 2021

Ya basta

 

Pensó que el hechizo se había terminado.

Hasta que lo volvió a ver.

Una circunstancia cualquiera, nada premeditado.

Dentro de su rutina, que ya consideraba inalterable, cosa que le gustaba bastante, se lo encontró. De casualidad. En la calle.

Le gustó lo bien que se les dio la charla fácil, como siempre, como si en otra época no  hubiese sentido una punzada en el estómago cada vez que recibía un mensaje de él. Como si él nunca hubiera querido tener esa charla donde le dio toda la confianza para que ella abriera su corazón y le confesara sus sentimientos hacia él. Como si nunca la hubiera ilusionado con que algo entre ellos era posible, para después bajarla de un  hondazo sin darle siquiera una excusa digna.

“Esto no está bien”, fue todo lo que le dijo por Whatsapp, dejándola llena de dudas acerca de a qué se refería él con “esto” y por qué no estaría bien. Los dos estaban solos, eran adultos y sabían lo que hacían (o lo que hubieran hecho, porque ni siquiera tuvo la valentía de dar ese paso).

De lo que no le dejó dudas fue del corte abrupto y la distancia que puso de repente. Le costó superarlo, sobre todo porque no entendía y porque además había cuestiones administrativas y espacios que compartían. No es que ella desistiera de sus sentimientos. No. No le resultaba tan fácil querer a alguien como para dejarlo pasar así nomás. Y lo intentó, claro que lo intentó. Hasta que se rindió ante la evidencia de que el tipo ni siquiera quería mantener la relación que tenían antes de la maldita confesión que él mismo había provocado.

Y ahí lo tenía, otra vez todo para ella. La conversación se extendía. Él la extendía, como si no quisiera que la charla se terminara. No la invitó a su casa, ni siquiera a tomar un café. Cuando finalmente se despidieron, él la miró con esa mirada suya, que abría un montón de posibilidades.

 Mientras se iba ella imaginó futuros juntos y mensajes de amor, que nunca llegarían.

Por un segundo.

Ya basta, se dijo, media cuadra después.

Ya basta.

Llegó a su casa y se puso a leer una novela de amor, donde la que sufría no era ella.

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