martes, 13 de octubre de 2020

Estúpido

Miró el celular, cinco mensajes seguidos:

“Qué fue lo que ocurrió?”

“Qué hizo cambiar la dirección del timón?”

“Fui yo?”

“Por qué no existen los grises?”

“Por qué tengo angustia?”

Se quedó dura. No pudo seguir trabajando. Se había jurado que si le llegaba a escribir no le iba a contestar.

“Hola, sos vos el que no escribe más”.

Estúpida, pensó. Ya no daba borrar el mensaje. Otra vez esclava de las dos rayitas azules. Otra vez obsesionada con el celular, sin poder trabajar, ni estudiar, ni vivir, ni nada. Estúpida.

Mensaje de whatsapp. Se le paró el corazón. Era del grupo de la
primaria. Alguien mandaba un meme que decía algo así como que los amigos de la primaria eran los primeros amigos de verdad. Empezaron a llegar los jajaja, jijij, buenísimo, sí, tal cual. Los primeros amigos de verdad, y los últimos, pensó ella con ganas de mandar a todo el grupo a la mierda.

Lavó los platos. Miró el celular. Nada. Se concentró en el informe urgente que le habían pedido de la oficina. El caso que siempre había querido y que finalmente le habían dado. Casi se lo quitan por no avanzar con eso, por estar distraída todo el tiempo con el celular. Estúpida. Se fijó si había algún mensaje. Nada. Justo cuando lograba seguir adelante con la investigación, sintió otro beep. Trató de concentrarse en el informe, no iba a caer otra vez, debían ser los boludos de la primaria, que se ve que no tienen otra cosa que hacer que contestar boludeces a un meme boludo. No. No iba a mirar el celular, de ninguna manera.

“Mentira”.

No le contestes. No le contestes. Como hace él siempre. Seguí con
el informe.

“Verdad. Solo me respondés si te escribo”.

Listo. Ahora sí se ganó el diploma de peluda. Adiós informe. Otra vez enganchada en el chat con él.

“Siempre fue así”.

“Vos cambiaste”.

Ah, bueno. Lo que faltaba.

“Bueno, podés escribir vos también, no?”

Listo. Ni lo vio. Lo de siempre.

Se pone a trabajar enojada. El informe sobre el aumento de casos de Covid-19 en la empresa. El nombre de Elsa Berenger, entre ellos. La llama por teléfono. Hace años que no se ven. Se ponen al día. Elsa está bien por suerte. Le agarró leve. Cuelgan con la promesa de verse en cuanto Elsa se recupere. La misma promesa que se repiten hace años. Espera que esta vez sí se cumpla.

“Antes siempre querías verme. Ya no”.

Es un chiste. No lo puede creer. Decide jugarse el todo por el todo.

“Sigo queriendo verte”.

Listo. Ya lo dijo.

Él responde al instante.

“Cuándo?”

Ella termina el informe. Le quedó redondito. Se lo manda a su jefa. Toma un café con el licor que más le gusta. Lo saborea. Se acuesta a leer la novela que tiene abandonada hace varios días. Después de un rato, apaga el celular y se duerme.

 

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