jueves, 3 de diciembre de 2020

Killer

 

Se llamaba Killer y el nombre no le hacía justicia. Era un gran danés negro, una belleza pachorra,  más bueno que Lassie.

Le tenía terror. Mis 6 años lo veían enorme. Sí, más enorme de lo que ya era.  Cada vez que íbamos con mi familia a su casa, los adultos lo encerraban para que yo pudiera jugar tranquila.

Vivía en una casa de varios ambientes con un piso de madera  encerado con mucha prolijidad. Las habitaciones estaban en el primer piso. Muy ordenadas, según mi recuerdo. Demasiado para mi gusto.

En la planta baja estaban la cocina y el comedor, con un ventanal enorme a través del que se veía un jardín lleno de árboles de distinto tipo y plantas con flores.

Killer quedaba encerrado en el jardín, contra su voluntad y yo me quedaba en la pieza de sus pequeños dueños, que tenían mi edad. Hacíamos obras de títeres, y después obligábamos a nuestros padres a verlas. También jugábamos al Senku y al elástico.

Un día, Killer decidió que su bondad no justificaba el encierro y se escapó. Subió las escaleras y vino directo hacia mí. Colocó sus dos patas delanteras sobre mis hombros y quedamos frente a frente, su carota bonachona justo a la altura de la mía. Sentí todo su peso sobre mí, su cara, cuadrada y enorme, que no me permitía otra cosa que mirarlo a los ojos.

Alguien me dijo: “no te asustes, no te va a hacer nada. Acaricialo. Es buenito”.

Apoyé la mano sobre su cabezota. Su mirada me derritió. Sentí un amor distinto a todo lo que había sentido antes.

Empecé a  perseguir a Killer a todos lados para acariciarlo mientras caminaba por toda la casa. Me convertí en una extensión de su cuerpo, mi mano sobre su cabeza a donde quiera que fuese. Quizás mi memoria me traicione pero me parece verlo suplicando que por favor lo encierren en el jardín otra vez para protegerlo de la mocosa pesada que no lo dejaba en paz. En realidad, me  atrevo a decir que él también lo disfrutaba, nunca se separaba de mí. Estar juntos era la combinación perfecta de paz, ternura y diversión.

Así fue como los perros entraron en mi vida.

Y se lo debo a Killer, mi primer gran amor perruno.

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