Tengo que
aprender a darle más bolilla a mis corazonadas.
Cuando algo
adentro mío grita que no estoy cómoda.
Cuando el
cuerpo no soporta más la tensión, la cabeza duele y la fiebre sube.
Exploté.
Me fui de
todos lados.
Incluso de
lugares que ahora extraño.
Lugares donde me dijeron que era una pena que me sintiera así, pero que también estaba bueno saber
hasta donde uno podía o quería, y saber cuándo parar.
Que si
quería volver, sabía dónde encontrarlos.
Esa es la
gente que me hace bien, la que me da mi espacio, no me presiona ni cuestiona
mis decisiones.
Ahí es.
Aunque
todavía no esté lista para interactuar con nadie.
Necesito esta coraza, que a veces se me hace
cárcel.
Porque abrí
las puertas del lugar equivocado y no dimensioné el daño.
Perdí toda
proporción, entré en la locura ajena.
Cosa
peligrosa si las hay.
Sentí que
me era imperioso huir.
Y huí.
De a poco
regresaré a los lugares donde no siento tensión en el aire; sé dónde
encontrarlos.
La vida es
una sola; y muy valiosa en estos días de
tanta muerte alrededor.
Ya casi que
estoy lista.
En cuanto
sanen un poco algunas heridas, abriré mis puertas a lo que sí.
Mientras
tanto, descanso.
Y bailo.
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