Ay, Carmelita, qué linda foto
esta donde estamos las dos. Mirá qué lindas que estamos. Bueno, vos estás muy
linda. Yo estoy toda ojerosa. Hacía poco de mi internación por ese virus que
tuve en el nervio del oído, ese que me hizo perder mi ya precario equilibrio.
¿Te acordás, Carmelita? Claro que te acordás. Qué locura, ¿no? Y vos me
acompañaste en todo momento. Casi una sombra mía eras, Carmelita. Con lo que a
mí me gusta que me estén encima, amiga, vos ya lo sabés.
Me gusta mirar esta foto, ¿viste?
Porque ahí ya podía caminar sin torcerme para los costados. Ya podía andar sola
por la calle sin tener miedo a volver a sentirme como me sentí ese día en mi
casa, cuando pasó todo.
En la foto estamos tomando el
licor de dulce de leche que me trajiste. Lástima que no le sacamos foto a la
pasta frola que hiciste, que estaba espectacular. Sabés que el licor de dulce
de leche y la pasta frola son un combo mortal para mí. Qué bien que la pasamos
ese día de la foto, Carmelita, hacíamos chistes de que si perdía el equilibrio
le podía echar la culpa al alcohol.
No sé si fue la risa, el licor o
la pasta frola, pero la imagen tuya con mi marido se me apareció de repente,
como un limpiador de vidrio en la ventana. Lo recordé todo, Carmelita. Ese día,
cuando los vi a los dos en nuestra cama mi corazón que se detuvo como calesita
rota, mientras que mi cabeza daba vueltas como calesita reparada. Fue tremendo,
Carmelita. La casa entera giraba. Tuve que tirarme al piso, porque si no me iba
a caer. Después de eso, ya no me acuerdo más de nada. Lo siguiente que recuerdo
fue que estaba en el hospital y ustedes dos me observaban muy preocupados. Por
mi salud, supongo.
No puedo dejar de mirar la foto. Todavía me quedaban secuelas
del virus, se me nota en el aspecto. Las manos me temblaban mucho en esa época.
No sabés lo que me costó pisar las pastillas antidepresivas que me dieron
después de todo lo que pasó, Carmelita, y embocarlas en ese vasito tan chiquito
para el licor. Y asegurarme de que lo agarraras vos, y nadie más. Toda una hazaña,
pero lo logré. Espero que no me guardes rencor, Carmelita.
Salud.
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