lunes, 4 de octubre de 2021

Lo Essen-cial

 

Cenicienta, como todos sabemos, quería ir al baile. Como para ella su hada madrina era su mejor amiga, le pidió ayuda para que le hiciera el vestido.

Me lo conquisto al príncipe y no vuelvo más a esta casa, te juro.

Obvio. Llevate algo de estas perras. Las joyas no, porque se van a dar cuenta. Llevate la Essen. Éstas mucho lujo pero ni la usan.

¿y dónde me la meto?

La adornamos y te queda un lindo sombrerito.

Un poco pesado.

Pero te de un aire sofisticado divino. Y te hace juego con el vestido. Vas a ser la reina de la noche, vas a ver.

Ya en el baile, el príncipe quedó encantado con la torpeza de sus movimientos, sin saber que se debía al peso que soportaba Cenicienta sobre la cabeza.

A la medianoche, en este cuento no se sabe por qué, escapó repentinamente. El atuendo era tan incómodo que Cenicienta rodó por las escaleras, perdiendo la dignidad y la Essen, sin tiempo para recuperar ninguna de las dos.

El príncipe, para saber quién sería la dueña de la olla y de su corazón decidió ir casa por casa a ver quién le preparaba un manjar digno de su Essen-cia real.

Cenicienta hizo un trato con la hermanastra mayor, que estaba desesperada por casarse: ella le daba la fórmula para preparar unas deliciosas perdices y así seducir al príncipe a cambio de que la hermanastra le hiciera llegar mensualmente un dinero real (real de verdadero y porque venía del príncipe, o sea). Con Essen dinero, pensaba vivir libre e independiente sin tener que clavarse cocinándole al machirulo del príncipe.

Total, ya era problema de ellos que hacían después con Essen matrimonio. Perdices por un tiempo iban a tener, después verían.

Lo de vivir felices por siempre, solo pasa en los cuentos.

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