Camina por un
descampado. Es una cancha de fútbol, al final hay un arco. Uno solo, porque del
otro lado no hay ninguno. Por eso pensó que era un descampado. Más atrás, una
puerta en medio de la cerca de árboles que rodea la cancha. Atraviesa la
puerta, alguien la llama. No entiende si la llaman a los gritos o por teléfono.
Atiende el teléfono. Mientras habla ve a la persona que la llamaba, a los
gritos. Es una amiga, baja de un auto verde, del asiento del conductor. Ve la
puerta abierta y la ve bajar. Se sorprende porque la amiga no sabe manejar. Se
alegra de que por fin haya aprendido.
Llama a su
perra. Ve venir una jauría. La perra sale corriendo. Le da miedo que la
alcancen y la lastimen.
Sigue caminando
por un lugar enorme donde hay mucha gente que baila tango. Quiere quedarse pero
se tiene que ir. Su hija y una amiga que se nota que es más chica van en algo
que es como una zapatilla con ruedas, de esas para que los bebés empiecen a caminar.
Ninguna de las dos es un bebé. Su hija va adelante y la amiga atrás. Las dos
comparten la zapatilla. Ella las sigue.
Entra a una
habitación donde están su amiga, la del auto, con las hermanas. La amiga le
guiña un ojo. Ella se pone contenta, se acuerda de que justo hace unos días
pensaba en lo desigual de su relación, que ella compartía los espacios con su
amiga, pero que no era recíproco.
Otra vez pasan
la hija y la amiga más chica en la zapatilla, ella se va de la reunión en la
que está y las sigue. Vuelve a pasar por el lugar donde bailan tango. Hay gente
bailando y otros sentado en una mesa larga. Sigue persiguiendo a las niñas. Un
tipo muy alto se interpone en su camino. Le pregunta si lo va a ayudar. Ella no
entiende. Él le repite, quiere que le enseñe a bailar. Suena medio canchero
cómo lo dice. Ella al principio piensa que la quiere seducir. No, quiere que le
enseñe a bailar. Ve que las nenas se alejan. Esquiva al hombre al mismo tiempo
que se disculpa y va tras ellas.
Baja por unas
escaleras interminables. Muy luminosas, la luz entra por unos ventanales
enormes que hay en los pisos intermedios. ¿Cómo habrán hecho las nenas para
bajar por ahí? Llega otra vez a la cancha de fútbol. Está su hija, la otra nena
no.
—¿No te
diste cuenta de que perdiste a tu amiga en el camino? —
le grita.
Su hija no le
contesta.
Sale desesperada
a buscar a la otra nena.
Hace el camino
inverso, mientras piensa qué explicación les va a dar a los padres de la chica.
Pasa otra vez
por el salón de baile.
—¿Cuándo
se juntan a bailar otra vez? — pregunta.
Una mujer
responde:
—Dentro
de quince días.
Le parece mucho
tiempo. Ella se quiere quedar a bailar. No puede, tiene que encontrar a la otra
nena. Con pesar, se va del salón.
Ve a la nena
sentada en un escalón de las escaleras por las que pasó antes. Se sienta al
lado.
—¿Te
asustaste? — le pregunta.
—Un poco.
—Sabías
que yo te iba a buscar, ¿no?
La nena asiente.
—Tenés
que saber que yo siempre te voy a buscar—sigue ella, para confirmar lo
que dijo antes.
La nena sonríe,
aliviada. Es pura ternura.
Ella la abraza,
la nena responde al abrazo.
—Siempre
te voy a buscar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario