viernes, 28 de junio de 2024

Incontinencia

 

Quiso ir al baño a hacer pis, no se pudo levantar. Se largó a llorar en medio de esa cama que ahora le quedaba grande. Tenía la cara húmeda y los ojos hinchados. Se destapó con fuerza, hacía calor. Y esas sábanas de flores rojas y broderie en el borde le recordaban que Laura ni siquiera había querido llevarse sus cosas.

No supo cómo había llegado hasta un bar a ahogar su penas en alcohol.  Cerveza con maní había pedido, no recordaba cuántas veces. Ni cuánto dinero había gastado, sospechaba que bastante. No tenía idea de cómo había vuelto a su casa. Ni cómo había llegado hasta la cama. Lo único que tenía claro es que la vejiga parecía que le iba a explotar.

Se pellizcó el pito a ver si así lograba aguantarse. Ya no sabía cómo hacer. Había leído que con el pene erecto era imposible hacer pis. Agarró su pito flácido, pero no logró que se le parase, y eso que le puso onda; las ganas de orinar anulaban cualquier otra cosa. Probó pensar en Laura a ver si eso lo incentivaba un poco. Fue peor. Comenzó a sollozar. Intentó nuevamente y sin éxito remontar lo irremontable. Ahora además de ganas de mear tenía hipo.

Tirado en la cama miró hacia el baño, que a lo lejos parecía reírse de él. Ya no aguantaba más. Pero le pesaba el cuerpo, cuando  se movía se mareaba. El techo daba vueltas. Demasiada cerveza. De repente, vomitó amarillo y lechoso. Logró que el líquido no cayera en la cama. Quedó un charco inmundo desparramado en el piso. Menos se iba a levantar ahora, a ver si pisaba su vómito, lo que le faltaba.

El chorro de orina escapó incontenible, la lluvia dorada mojó el estampado florido de las sábanas. Entre carcajadas gritó: “¡mirá como te riego las flores hija de puta!”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario