martes, 18 de agosto de 2020

Atracón

Quiere comerse un sándwich, devorar un sillón, un árbol, un edificio de departamentos. Todo lo que entre en su boca, y lo que no, también. Siente una necesidad incontrolable de algo rico y abundante. Si no es saludable mucho mejor. Nada de productos light para ella. Su estómago no tiene fondo. Podría albergar todas las comilonas del mundo sin desfallecer. Un alimento tras otro cae en la caverna salivosa de su boca, esa trampa profunda, oscura y viscosa, en la que todo es engullido con placer y fruición. Con furia salvaje y desmedida. Con asco. No hay discriminación en ese querer devorarlo todo. Tragárselo todo. Que la tierra la trague. Quiere desaparecer de una vez, que es lo que se espera de ella.

Como si ya con eso no fuera suficiente, aparece la culpa, invitada fija al festín. Es impuntual, llega siempre cuando yo no queda nada del banquete orgiástico. La culpa siente bronca y se ensaña con ella. La interpela, la castiga. Gladys quiere vaciarse en el vómito. Se aferra en un abrazo al inodoro blanco y frío. De alguna manera, es su cómplice, se lleva toda la evidencia de su debilidad. Al punto que de Gladys no queda casi nada, solo las ganas de morir.

Se tira en la cama agotada. Sueña que es etérea, flota, su cuerpo no pesa. En el sueño aparece su mamá, está feliz, por fin tiene la hija que siempre quiso. Una platea de chetos la aplaude mientras camina por una pasarela. Ella los odia, quiere que se mueran todos, que desaparezcan y la dejen en paz. A medida que avanza, su cuerpo aumenta de volumen, cada vez más. La sorprende el cambio, le gusta. La platea también es otra, ahora,  y ve a sus amigas que le levantan el pulgar y lloran emocionadas ante su maravillosa transformación. El aplauso es estrepitoso y liberador.

Se despierta con hambre. No le preocupa, se siente tranquila. Milagrosamente, come solo lo que le llama la atención, que no es todo lo que hay disponible. La comida tiene un extraño sabor a vida. Le gusta ese sabor nuevo que siente, la nutre. Cuando no quiere comer más, se mira en el espejo, pone música y empieza a bailar.

 

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