miércoles, 12 de agosto de 2020

Rulo y las vacaciones

 

A Rulo le agarró nostalgia del mar.

Sus últimas vacaciones, en diciembre, fueron raras, por decirlo de alguna manera. Se habían ido con la Tana a Gesell, donde en general pasaban Navidad y Año Nuevo. Escapaban de todos los compromisos familiares. Se divertían. A los dos les gustaba mucho la playa. Caminaban horas y se metían en el mar. Rulo salía a correr algunas mañanas. El esguince del pie ya estaba curado para esa época y el tema de los mareos también. Por suerte parecía que la mala racha del 2019 se había terminado e iban a pasar un merecido descanso en la costa.

El primer día les tocó un sol radiante. Empezaba bien la cosa. El mar estaba hermoso. Almorzaron un sándwich de milanesa y se quedaron en la playa hasta que se hizo de noche.

Volvieron a Las Dunas, la misma casa que venían alquilando desde hace tres veranos porque es muy linda y la dueña les cae bárbaro.

La Tana salió a hacer unas compras y él se metió en el baño, dispuesto a darse una ducha reparadora.

Cuando salía de la bañadera no entendió bien qué pasó, si se resbaló con el piso mojado, si se le trabó un pie en la pared de la bañadera, o las dos cosas juntas. Lo cierto es que aterrizó en el piso casi sin darse cuenta. Sintió una explosión en el hombro al caer, pero fue todo tan rápido que ni pudo pensar qué había pasado exactamente. Se vio a él mismo muerto otra vez, pensó que la Tana lo iba a encontrar de nuevo tirado en el piso, como cuando fue lo del mareo. Esta vez sí que me va a mandar a la mierda, pensó. Encima le cagaba las vacaciones. Imperdonable. Trató de levantarse, el brazo le dolía muchísimo y no le respondía. No se podía levantar. Al final lo logró, no sabía cómo. Se puso la toalla alrededor de la cintura y se fue a la pieza, a tirarse en la cama. Le dolía todo, pero además no podía levantar el brazo.

Estaba enojado con él mismo y con la vida por haberle jugado otra mala pasada. Se sentía un boludo. Se imaginaba a la madre de la Tana, que le reprochaba a su hija por no haberla escuchado cuando le dijo que ese muchacho no le convenía. En realidad eso nunca había pasado. Rulo no entendía cómo, pero su suegra parecía quererlo mucho. Más que la hija, incluso, a veces. Pero bueno, era la Tana y no su mamá la que tenía que lidiar con todas las desventuras de Rulo, así que era entendible también.

Cuando volvió la Tana, evaluaron las posibilidades. No tenían auto, el hospital quedaba lejos y debía estar lleno de gente, como todos los hospitales. Rulo descartó la idea de inmediato. Decidió esperar. Si se había quebrado, ya se iba a dar cuenta, se le iba a hinchar o algo. De alguna manera lo iba a saber. Capaz el dolor era por el golpe nomás. No iba permitir que una cosa así le arruinara las tan esperadas vacaciones.

No se le hinchó, pero seguía dolorido. Hasta tomar mate le costaba. Así y todo se quedaron y  la pasaron bien.

Volver de las vacaciones siempre lo deprimía, pero esta vez era peor. Extrañaba mucho a la Tana. Tantos días juntos, en la misma casa. Se había acostumbrado a su presencia y ahora sentía que le hacía falta. Además, la Tana era de fierro, le bancaba todas. Y él en algún momento quería estar con alguien, envejecer juntos y todas esas cursiladas.

El hombro le seguía doliendo así que consultó a un traumatólogo. Para su sorpresa, efectivamente se lo había quebrado. Por suerte, había soldado bien. Pero de la rehabilitación no se salvaba, seguía sin poder levantar el brazo. Se felicitó a sí mismo por no haber ido al hospital cuando se cayó. De haber sabido que se había quebrado el hombro hubieran tenido que volverse. Así por lo menos pudo disfrutar de sus vacaciones con la Tana. Y le había salido bien el chiste, dentro de todo.

Pasaron ocho meses y el hombro se le rehabilitó solo. Cada vez está mejor. Todavía no lo puede levantar del todo, pero ya puede hacer más movimientos y no le duele. Así que le dio por pensar en las próximas vacaciones. En parte siente que lo que le pasó en ese baño fue un presagio de todo lo que sería el 2020. En esos momentos, piensa que mejor no ir a Gesell. O por lo menos no alquilar la misma casa. Se siente un boludo por pensar esas cosas, pero no puede evitarlo. De hecho una vez soñó que se iba a Gesell y alquilaba otra casa, pero se encontraba con la dueña de Las Dunas en la playa y se quería morir. Los extraños caminos de la culpa y el inconsciente.

Acaba de escuchar que la cuarentena podría extenderse incluso hasta las vacaciones. En realidad no se sabe bien, todavía. Así que a dónde se van a ir de vacaciones o qué casa van a alquilar no es un tema que tenga que tener resuelto por ahora. Pero qué ganas tiene de ir al mar.

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario