sábado, 8 de agosto de 2020

Aventura mañanera

 

Distraída en mis labores domésticas, la toqué. Pude intuir lo que había tocado. Del asco se me pararon todos los pelos. Sentí un escalofrío y ganas de cortarme la mano. Bueno, quizás exagero un poco, pero es para que se den cuenta de que la mano me molestaba después de haberla tocado. Más precisamente, la sensación en la mano me molestaba.  Salí corriendo a lavarme, pero la sensación no se me iba. Empecé a hiperventilar. Sí, soy medio exagerada en lo que a fobias se refiere. Mi marido (¿acaso se estaba riendo?) no lo podía creer y en su incredulidad me mostraba el motivo de mis desvelos para que lo superara, sin éxito por supuesto. Aclaro que digo motivo de mis desvelos porque me gustó la frase,  re literaria, ¿viste? Pero en realidad era de mañana. Te explico, me estaba haciendo el mate y cuando quise tirar la yerba al tacho de basura me encontré con el horror mismo. Peor, toqué el horror mismo. Mi marido la agarró con una servilleta y me mostró cómo la tiraba por la ventana.

Sí, entre nosotros nos matamos. Los que nos conocen ya lo saben. Nuestros gritos y peleas se escuchan a millas a la redonda. No sé por qué digo millas, será porque es más top que kilómetros, o metros, o cuadras. El esnobismo se me escapa a veces. Bueno, me disgregué un poco me parece. Lo que quería era dar un contraste, ¿se entiende? tipo nos matamos entre nosotros pero no matamos ni una mosca (por dar un ejemplo de bicho, pero podría decirse que ni mosca, ni abeja, ni etcétera, ¿se entiende?). En realidad, no nos matamos entre nosotros, porque estamos vivos (sí, soy re graciosa). Pero me gustó la idea de generar ese contraste. Tampoco somos tan perdonavidas con los bichos inmundos, pero esta vez, vaya a saberse por qué mi marido casi que le dio un beso y la despidió por la ventana. Capaz que lo hizo para molestarme o darme asco a mí, nunca se sabe. No me quiero meter en los vericuetos retorcidos de su mente de por qué hace las cosas que hace, ¿no? Digo, mejor no perder tiempo con esas cosas y así les puedo contar mi historia. Por favor, no me interrumpan más.

Ni hace falta que les diga, pero si hace falta se los digo, que este último acto de él de mostrarme lo que me asqueaba provocó otra descarga de horror en mi cuerpo. Empecé a dar saltitos en el piso y a gritar histéricamente. No me enorgullezco, solo trato de narrar los hechos tal como fueron, con la mayor  precisión posible.

Mi marido me dijo que parecía de quince años. Dada como soy al humor, le agradecí efusivamente.

No, boluda, de edad mental me refiero. Fueron sus dulces y textuales palabras.

Lo descortés no quita el amor, ponele.

Así que hoy tuve la revelación de una nueva fobia a las ya preexistentes, a saber, los murciélagos y las ratas. Escribí a saber porque me parece re literario, y quedaba bien con la palabra preexistentes ¿viste? Pero lo que quiero decir es que los murciélagos y las ratas siempre me dieron esa sensación horrible como la que sentí hoy. Así que descubrí que tengo una fobia nueva. Después de lo que me pasó, puedo decir con orgullo que incorporé a las babosas a mi repertorio fóbico. Que incorporé quiere decir que ahora también le tengo asco y miedo a las babosas, y digo repertorio fóbico para no repetir fobia, que está en el renglón de arriba ¿se entiende?

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