miércoles, 26 de agosto de 2020

Llamame

 

Ese día rompí mi propia norma de no atender números desconocidos.

─Hola, ¿la mamá de More?

─Sí.

─Soy Augusto, el papá de Mili, del grupo de guitarra.

─Ah, sí─ mentí que me acordaba.

─Disculpame que te moleste, pero como More no fue más a guitarra y después se vino la pandemia, quería saber si estaban bien.

─Sí, todo bien. Gracias por llamar.

─De nada. Cualquier cosa que necesites este es mi número. Llamame.

Colgué. No podía dejar de pensar en ese “llamame” casi como un ruego. Sentí una sacudida en el cuerpo.

─ ¿Quién era?─ la voz de Ricardo irrumpió insolente en mis pensamientos. Ahora que trabajaba en casa parecía que al departamento le hubieran amputado habitaciones.

─Una mamá de guitarra, era para ver si estábamos bien.

─ Ah─ dijo, y siguió con sus cosas.

Esa noche no me pude dormir. ¿por qué me había llamado Augusto? Mirá si me iba a creer eso de para ver cómo estábamos. Me fijé la foto que tenía en el celular. Alto, musculoso, con algunas canas, como me gustan a mí. Ojos verdes, mirada dulce. Maldije mi cabeza, que no podía dejar de pensar las distintas maneras en que se iba a producir el encuentro explosivo, el mejor sexo de mi vida. Mi mente y sus delirios. Un simple “llamame” y volé.

Él se me acerca, despacio, me besa.

Le sirvo un vaso de vino, me caigo sobre él y lo mancho. Me muero de vergüenza. Por suerte él se ríe. Me besa.

No puedo seguir más allá del beso, no logro imaginarlo. Así que decido ser pragmática y evaluar la situación.

Tiene una hija de la edad de More, que iba a guitarra con ella y de la cual no tengo registro. ¿Cómo no lo vi antes, cuando llevaba a More a guitarra? ¿Habré ido las veces que a la otra nena la llevó la mamá?

¿Estará casado? Mejor si está casado. Menos lío. Yo también estoy casada. Lo que menos me interesa es tener un problema. Mirá si después se enamora de mí y me pide que abandone a Ricardo. No, eso no. Se lo voy a aclarar de entrada.

¿Y si me enamoro yo? Entonces sería bueno que él también se enamore. Y ahí vemos si formamos una familia nueva con sus hijos y mis hijos, tipo Brady Bunch, ahora que además hay cuadraditos también con el Zoom. Unos precursores los Brady Bunch.

No escarmenté con haberme casado una vez que hasta en mis fantasías eróticas me vuelvo a casar. Tampoco sé por qué digo fantasías eróticas, si caliente y todo como estoy no puedo pasar de un beso ni en mi imaginación.

Ricardo se despertó.

─ ¿No te podés dormir?

─No, no sé qué me pasa.

─Estás muy estresada, apagá ese celular de una vez, estuviste todo el día mirándolo como a un dios egipcio, no sé qué te está pasando.

Pobre Ricardo, no tenía ni idea de por dónde andaba mi mente. Tampoco sé si le interesaba. A veces creo que podría estar cogiendo con mi amante al lado de él y no le importaría.

¿Pobre Ricardo?

Al día siguiente junté coraje. Le mandé whatsapp a Augusto: “hola”. Fue lo más osado que me salió.

Me pasé el día esperando que las dos rayitas se pusieran azules. Cada sonido de mensaje y cada decepción de que no fuera él eran una tortura lenta pero continua.  Morena se reía y comentó: “después me decís a mí que largue el celular”. La respiración se me paró por un segundo; ¡las rayitas se pusieron azules! La tortura cambió su instrumento, no su ferocidad. Ahora sabía que él había visto el mensaje. El golpe final vino con la certeza de que no me iba a contestar.

Adiós mis planes de chongo, de amante, de novio, de gran amor paralelo.

Fui al baño, me arreglé un poco y salí a hacer compras antes de que cerrara el chino.

Una mujer enmascarada se me acercó.

─Hola Laura, ¿cómo estás? Soy Sonia. la mamá de Zoe.

─Hola, ¿cómo estás?

Nos saludamos con el codo y nos reímos.

─ ¿Viste que macanuda la familia de Mili? Se organizaron los dos para llamarnos a todos a ver cómo estábamos. Tendría que haber más gente así.

─Sí, claro─ contesté.

Pagué mis cosas y me fui. Llegué a casa y me metí directo en la ducha. Ricardo no notó nada, para variar.

Nunca más voy a atender un número desconocido.

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