Primero tengo que lavar los
platos. Y descolgar la ropa. Y poner ropa en el lavarropas y prenderlo. Y
meterme un rato en facebook. Y en Twitter. Y en Instagram. Y ver si hay alguna
otra red social que me estoy perdiendo. No me gusta cocinar, pero la ocasión
tal vez amerite aprender a hacer un bizcochuelo de mandarina. Mientras, veo
alguna noticia. Otra vez estos pelotudos en el Obelisco, no se puede creer.
Mejor apago la tele. Ya fue. No me quiero amargar. Me acomodo el pelo, los
anillos. Creo que mis manos necesitan un poco de crema, me pongo. Las huelo. Me
pongo aceite de almendras en el pelo también. Ya que estoy, me pongo alguna
otra crema en el cuello, un poco de masajes me vendrían bien, además así hace
más efecto. Huelo la mezcla de perfumes que tengo encima. Antes de empezar
decido hacerme unos mates. Escucho el ruido de la pava eléctrica y no puedo
dejar de mirar la luz azul, en realidad miro sin ver, me cuelgo vaya a saber pensando
qué. El interruptor de la pava sube, en realidad da un saltito, me avisa que el
agua ya está. Ya hirvió. No me importa, yo lo tomo así. Hervido. Lavado.
Amargo. Una delicia. Chequeo los mails, el Club de Corredores me avisa la nueva
modalidad de las carreras en cuarentena. Hay artículos sobre cómo volver a
correr, los leo. Decido que en algún momento tengo que retomar. Pero también me
da miedo salir. Así que mejor sigo haciendo gimnasia en casa, que siempre me
resultó una utopía, y esta vez no es la excepción. Las clases se alejan como el
horizonte, siempre postergadas para algún futuro que nunca llega. Hablando de
gimnasia, el mate me dio hambre. Corto un pedazo del bizcochuelo recién salido
del horno. Las galletas de arroz se sienten abandonadas otra vez, y van… Me
salió riquísimo, no lo puedo creer. Me corto otro pedacito, así, en diminutivo
parece menos. No puedo comer y trabajar, porque se llena de migas el teclado. Bueno,
ahora sí. Me siento frente a la compu. Uh, ¿ya terminó el lavarropas? Cuelgo la
ropa. Ahora sí, esta vez de verdad, se larga. Abro los archivos y las ventanas
del navegador que necesito, que son miles. Estoy enfocada. Nada me detendrá.
Antes de empezar, reflexiono sobre lo agotador que resulta procrastinar hoy en día.
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