La Tana se despierta de mal humor.
Como todos los días de esta cuarentena. El insomnio le impide dormirse en su
horario habitual. Ella, que siempre fue tan esquemática con su rutina diaria.
Ahora las horas pasan todas iguales, sin ningún registro, nada que diferencie a
una de otra. El cansancio acumulado se le hace carne en el cuerpo y no le
permite hacer hasta lo más simple. De vestirse o arreglarse un poco, ni hablar.
Con qué necesidad. Y así se va achatando el tiempo y los días pasan, aunque ella ya haya perdido toda noción.
Pero las cosas cotidianas hay que hacerlas, aunque sea en cámara lenta, aunque
sea sintiendo esa piedra en el alma, que ralentiza todos los movimientos, y
hasta lavar los platos se vuelva un desafío imposible de llevar a cabo. Los días
pasan, la ropa para lavar se acumula, y no sabe en qué se le va el tiempo; las
cosas de su trabajo, que tiene que hacer home office, siguen pendientes. Por
eso no se duerme a la noche, piensa en todo lo que debería haber hecho y no
hizo. Pero cómo no responder a los mensajes de su madre, angustiada por el
virus, con justa razón. O los grupos de whatsapp, cada uno con su necesidad de
seguir con una normalidad que ya no existe. Y juntarse a cualquier hora, porque
así nos conectamos. Tanto simulacro de conexión, cuando en realidad estamos
todos aislados, le deja la cabeza a mil por hora. Después, a la noche, en su
cama, no logra desconectar. Y cuando por fin se duerme, luego de dar mil
vueltas, la luz del día, que se cuela por entre la persiana, le da justo en los
ojos y la despierta. Putea. Mira el reloj, son las diez de la mañana. Putea de
nuevo. Y llora. Se quedó dormida según su mínimo intento de organización, según
lo que se planificó para ella misma el día anterior. Tiene muchas cosas que
hacer, como todos los días de esta cuarentena. Recién se despierta y no se
puede levantar. Otra vez ese pozo negro que la lleva bien profundo y le oprime
el pecho. Trata de salir, de levantarse, y no puede, la sensación de agobio es
más fuerte. Y llora. Llora hasta que ya no tiene más lágrimas. Hasta que las
lágrimas se llevan toda la angustia acumulada. Decide que el mundo puede seguir
sin ella y se vuelve a dormir. Y por fin descansa, hasta la próxima crisis. La
cuarentena es larga.
Yo me sentía así tal cual sin propósito,desganada y eso que siempre decía que era la mujer más fuerte del mundo,pero esa maldita un día me gano, ya estoy mejor y con gente mejor
ResponderEliminarMe alegro mucho de que estés mejor. Y estar en buena compañía ayuda, definitivamente. Muchas gracias por leer y comentar.
EliminarPase por todos esos estados vale y también estuve bien el ánimo es tan cambiante como el virus aprenderemos vale aprenderemos
ResponderEliminar<3
ResponderEliminarTremendos estados, como no sentirse identificada
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