sábado, 4 de abril de 2020

Beatriz

(basado en el cuento Disappearances de K. J. Orr)

El comienzo es bastante simple
                 
Un día de septiembre, no me acuerdo exactamente qué día, entra un señor mayor al café. Al principio me causa gracia su cara de desorientado; pero su aspecto, de abandono y descuido, inmediatamente me inspira compasión.
               
 A esa hora en general no entra nadie al café, es muy temprano. A la tarde se llena de copetudas que hablan en inglés y se creen las dueñas del mundo. Las odio.
              
  Por eso este señor me inspira cariño. Eso, y que hable en castellano. Las copetudas  hablan en inglés. 
                
 Los jacarandás están empezando a florecer. Es primavera. El señor vuelve todas las mañanas al café y se sienta en la misma mesa. Se ve que le gusta estar solo, porque cuando alguien más entra al café, él se va. Siempre deja propina.

La cosa sigue
                
 Un día me animo a preguntarle a qué se dedica. Es tan modesto que al principio no me quiere decir. Al final resulta que es cirujano, y eso me causa mucha admiración. Ahora está jubilado, pero pienso en la cantidad de vidas que debe haber salvado cuando trabajaba. No sé por qué le cuento sobre el cirujano que salvó la vida de mi hermano. También le cuento de cuando mi papá desapareció. Intuyo que es una buena persona y lo siento muy cerca, como el padre que no tuve, quizás.          
               
 Me levanto para continuar con mi trabajo, pero me gusta verlo ahí sentado. Le estrecho la mano, mira las mías. Me doy cuenta de que observa las cicatrices, supongo que por discreción no me pregunta nada. Acomodo la silla y vuelvo atrás del mostrador. 
                 
Lo veo levantarse para salir y no puedo evitar sonreírle a modo de saludo. 
               
 -Me llamo Beatriz- le digo. 
               
 - Julio-, me contesta. Y sale.

Agridulzor
                 
Pasan más días, conversamos mucho. Hasta que llega una copetuda que me maltrata bastante. Ni ella sabe lo que quiere. ¡Que se decida, por favor! Me tiene de acá para allá: "que esto no me gusta, que lo quiero así, que lo quiero más asá". Me trata como si yo fuera una imbécil. Y encima cuando se va, no deja propina, la muy maleducada. ¿Ésta a quién se cree que le ganó?
               
 Prendo un cigarrillo y me siento de nuevo con Julio, que vio toda la escena. Es mi refugio ante todo lo que está mal en este mundo.
                
 Me quejo de las copetudas. No sabe qué hacer ni qué decir, toma su café. Se le vuelca. Putea. Le digo que tenga más paciencia con esas manos,  que salvaron tantas vidas. Le tomo las manos, son muy delicadas. Las mías tienen cicatrices. Siento que somos muy distintos, pero que a la vez es bueno que nos hayamos conocido. 

Final abrupto
               
 ¡No puedo creer haber sido tan boluda! El mundo se me vino abajo de repente: la copetuda entra con otra copetuda y se sientan al lado de Julio. Veo como su cara se ruboriza, ¡pero las conoce! Y a una demasiado, quizás.
                 
Siento que me quiero morir, quiero que la tierra me trague ahí mismo. ¡Hablan los tres en inglés! ¡Manga de chetos! ¡Qué furia que tengo! Reprimo las lágrimas que se me están saliendo;  soy una profesional, así que los atiendo como hago siempre con esta gente,  como a los tres copetudos que son (sí, Julio también,  a pesar de la ropa que tiene puesta). Escucho que una le dice que casi no lo reconoció con esa ropa. Imposible no oírlas, gritan como si el mundo fuera suyo.  
                
 Después de casi un siglo, las copetudas se van, Julio se queda. No sé si espera verme, no sé qué podría decirme,  tampoco; pero yo estoy llorando en la cocina, por la bronca y la tristeza que de repente siento en todo el cuerpo. Quiero que la tierra me trague. Desaparecer. 
               
 La puerta del café se cierra:  Julio se fue. Voy a la mesa a retirar las cosas. Esta vez no hay propina, obvio.

2 comentarios:

  1. Me gustó mucho,pero a lo mejor el no quiere ser quien es y se evade, hay que darle una oportunidad

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    1. Es muy probable lo que decís. Capaz cuando a Beatriz se le pase el enojo y el dolor, pueda pensarlo. Hay que ver si él vuelve, también. Muchas gracias por el comentario.

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