domingo, 26 de abril de 2020

Desconexión


Empecé el domingo saliendo de grupos de whatsapp. Dos diosas en acción, grupo que hice con una amiga con el objetivo de cuidarnos con la comida y hacer ejercicio. Inactivo ya no recuerdo hace cuánto. Fracaso absoluto, el grupo y el resultado. Salir del grupo. Borrar grupo. Cena Rodney, grupo para alguna reunión en mi casa. Debut y despedida. Después empezamos a juntarnos en lo de una amiga que vive en la calle Perón. Nuevo grupo: Hoy Perón. Ese grupo queda, obvio. Cena Rodney se va. Salir del grupo. Borrar grupo. Coro: salir del grupo, borrar grupo. Capoeira: salir del grupo, borrar grupo. No me va el zoom para esas actividades. Y mi atención se dispersa con tantos mensajes. Mi grupo de corredores queda. Amo hacer gimnasia con ellos tres veces por semana. Son lo más. Grupos laborales quedan, por razones obvias. Aunque en cualquier momento me animo también con esos. 

Pienso que cuando termine la cuarentena estaría bueno mantener estos cambios, reducir la cantidad de contactos y actividades. Si algo estoy aprendiendo de todo esto es a poder hacerme tiempos y espacios para mí, tratar de no seguir la corriente, fluir a mi ritmo.

Pongo a cargar el celular. Las clases ya las tengo más o menos armadas, la tecnología cada vez tiene menos secretos para mí, ponele. Decido escribir, ¿sobre qué podría ser? Pienso que quizás escribir esto que me está pasando no es una mala idea. Al rato me doy cuenta de que el celular quedó como reiniciándose. Este se tomó la liberación en serio, pienso.

Mi familia intenta lo que ellos creen que me ayuda, o sea, solucionar el problema. Yo siento una alegría y un vértigo que se me suben al corazón. Les digo que no se preocupen. Más allá de un poco de miedo, quizás algún mensaje realmente importante que pueda no llegar,  la felicidad que me produce es increíble. No tengo nada de ganas de arreglarlo. Creo que lo voy a dejar así.

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