Hoy no hubo faltazo, pudimos conectarnos a
zoom para la clase de la escuela sin problemas. Tampoco es para cantar victoria
tan pronto, como ya dije alguna vez y en situaciones parecidas. Mientras mi
hija tomaba su clase yo intentaba armar un examen para mis alumnos y a la vez
contestarle a una amiga que me preguntaba sobre unas clases que yo había
tomado, para ver si las hacía ella. A la vez, en el grupo de madres preguntaban,
como suele ocurrir en estos eventos, si ya habían entrado, si le podían avisar
al maestro que tal estaba esperando que le permitieran el acceso a la clase. Mi
hijo hacía su tarea de inglés, interrumpiéndome a cada rato, con preguntas que
no sé si me lo hace a propósito o es solamente que tiene catorce años. Mi
marido también quería saber qué tenemos que comprar y estaba preocupado porque
es fin de mes y tenemos muy poca plata. Me pregunta si tarjeteamos o no. Se responde solo. Ya me desconcentré. ¿qué
tenía que hacer? Ah, sí, mi amiga. Le respondo: "No, al final quedamos dos
grupos de siete y ocho personas (una de las cuales era el profesor). Y al grupo
de ocho faltaban algunos, yo veía porque avisaban por el grupo de whatsapp".
Listo, me quedo tranquila, ya respondí. Sigo preparando exámenes. Al rato veo
que hay muchos mensajes en el grupo de las mamás del cole. Leo a una mamá: "¿qué
pasó? no entiendo, ¿no entraron?". Miro más arriba y veo el mensaje para
mi amiga, como respuesta a la pregunta de si habían entrado al zoom. ¡Me quería
morir! No sabía cómo disculparme. Pido perdón como puedo y leo la respuesta: "Uy
la hise salir a mi hija. Xfa q la acepten. Xq no la aceptan". Le digo que
no se preocupe, que ahora aviso. Le digo a mi hija que avise, no me gusta
meterme en la clase. En realidad, no me gusta aparecer en cámaras, en general,
si bien no me queda otra que superarlo, en estos tiempos. Escucho al maestro
dar su clase y veo a mi hija haciendo
toda clase de morisquetas con la mano para que le permita hablar y avisarle que
deje entrar a la compañera. El maestro no me odia solo porque no sabe que soy
yo la que le arruinó la concentración y le agregó otro contratiempo a los ya
habituales de esta era tecnológica. La alumna entró. El maestro retomó como
pudo. Me doy cuenta de que todavía no le contesté a mi amiga, a todo esto. Lo
hago, y me disculpo por la demora en responder. Le explico el motivo. Me carga
que no hacía falta que le contestara rápido, si iba a hacer ese bardo. Me sigue
cargando que soy un peligro, que menos mal que no
tengo nada que esconder, si me equivoco con los mensajes. Pienso que preferiría
equivocarme por algo que valga la pena y no en un grupo de whatsapp donde
estreso a una mamá y a un colega. Ni hablar del estrés que tengo yo. Se lo
digo. Nos reímos. Le digo: capaz me sirve para escribir algo. Dale, hacelo, me
contesta. Sí, le digo, que nuestras desventuras pandémicas sirvan para algo por
lo menos. Me quedo pensando. Si no fuera por la escritura no sé qué haría esta
cuarentena tan extraña. Espero que termine pronto. Espero que en septiembre ya
haya terminado. Espero que antes, pero digo septiembre así le puedo hacer al
maestro el regalo que se merece.
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