lunes, 4 de mayo de 2020

Faltazo


Hoy volveré sobre mi temática de esta cuarentena: la obstinada tenacidad por seguir nuestra vida como si no nos la hubieran dado vuelta como una media. Entonces, ahí vamos, meta zoomear a falta de reuniones reales; es mejor que nada. Para mí, lo mejor que nada no me termina de cerrar cuando el precio es una frustración inmensa. Cuando transpirás para darle una clase a 35 pibes. Te sentís horrible porque la conexión se corta y no podés explicarles bien algo que sabés que en algún momento les vas a tener que tomar. Y te sentís peor cuando ellos te escriben para disculparse por los cortes en la conexión, que no saben qué paso y prometen tener mejor internet para la próxima. O sea, se hacen cargo de una situación que nos excede a todos ¿cómo llegamos a esta locura?
Maestros que se quejan de que los pibes no ponen las cámaras. A mí me da igual, yo también prefiero no poner la cámara. Nadie tiene ganas de estar ahí. Me pregunto qué es lo que estamos sosteniendo con todo esto.
También mi hija, que está en cuarto grado, empezó a tener reuniones de zoom de la escuela. Creo que ya van como cuatro. La primera y la segunda ponele que estuvieron bastante bien, está bueno verse con los compañeros y el maestro.
Ya la semana pasada empezaron con inglés. Nadie podía entrar a la reunión. Los pibes y los padres estaban como locos y me imagino que la profesora debía estar igual. Yo tenía que hacer otras cosas y estaba pegada a una pantalla tratando de ingresar a una reunión inaccesible. El grupo de whatsapp estallaba. Todos desesperados. Mi hija se quejaba. Yo le gritaba que hacía todo eso por ella, mientras pensaba en todo lo que tenía que hacer y no podía por estar haciendo nada ahí. Cuarenta y cinco minutos después, la reunión se hizo. No sé quién estaba de peor humor, si los pibes o la profesora. Yo quería llorar. Y seguro lloré. Lo atribuí a la impericia de la profesora y a que "todos estamos aprendiendo a vivir con esto", mi nuevo mantra. Por suerte esto con el maestro no pasa. Canté victoria demasiado pronto ¡Hoy pasó! Con mi hija nos miramos y le digo: me lo voy a tomar con calma. Tú puedes, mamá, me contesta. Intento entrar a la reunión y el anfitrión ya estaba en otra reunión. Podría pensar que nos engaña con otro grado, pero la triste realidad es que me lo imagino solo, en su reunión iniciada con anterioridad, a la que nadie puede entrar. Miro el celular: 19 mensajes del grupo. El maestro manda link para otra reunión. Apuro a mi hija que está en el baño. Intento entrar otra vez y la contraseña es incorrecta. Mi dulce criatura se enoja porque tuvo que hacer sus necesidades apurada, y tiene razón. Le digo que vaya de nuevo. Me dice que no. Está enojada. Ya estamos por agarrarnos de los pelos otra vez. Luego de varios intentos más, y para aflojar un poco el ambiente, le ofrezco si quiere ir a ver la tele, que yo la llamo si logro solucionar algo. Hace un mohín con la boca, y me pregunta: ¿puedo faltar? Siento que el cielo se abre y el sol asoma, bello e imponente. Es la señal, la oportunidad de mandar todo al carajo está ahí, en la tierna boca de mi hija. Y la tomo, por supuesto. Los niños son sabios.

1 comentario:

  1. El retrato de lo que sucede en cada casa donde hay hijos que estudian. Muy bien relatado

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