martes, 12 de mayo de 2020

Presente, pasado y futuro, ponele


Ando con unas sensaciones raras últimamente. Físicas, sobre todo. Mucho dolor de cabeza. Y de panza. Un dolor rarísimo. Según el día pienso que es dengue, aunque ni idea bien de cómo son los síntomas. Y eso que nos machacaron y machacaron muchísimo. Folletos infinitos de dengue, chikungunya y Zika. Los cuadernos de comunicaciones de mis hijos venían llenos de explicaciones sobre cómo prevenir el dengue. antes de que empezaran a machacar y machacar con el coronavirus. Mi hijo te explicaba perfectamente los distintos mosquitos y las diferentes formas de prevención.


Con la gripe A y con el dengue nunca llegué a preocuparme. Y casos de dengue cercanos tuve. Antes y ahora. Mis sobrinos tienen dengue, por suerte están bien.

Cuando fue lo de la gripe A, perdí un embarazo. No por la gripe, por la vida misma. No me acuerdo del dolor, sí me acuerdo que no me atendían, no registraban lo que me pasaba porque estaban desbordados con los casos de gripe. Me acuerdo que mi hijo se quedó en casa con mi suegra, muy asustados los dos. Me acuerdo que tiempo después todavía algunos me preguntaban por el embarazo. O gente que nunca se enteró de que había estado embarazada me preguntaba: ¿para cuándo la nena? Como si uno pudiera elegir, ¿no? El siguiente embarazo sí llegó a término.  La nena ahora tiene nueve. Y tengo la familia tipo. Tipo los Addams, los Ingalls se lo dejamos a gente más prolija. A nosotros no nos sale.


El caso es que me siento rara. Algunos días me torturo pensando que puede ser dengue, otros coronavirus. Y otros, los más pesimistas, un tumor, por qué no. Tiempo para hipocondriarse sobra. Y si la hacemos la hacemos bien.... Lo más probable es que sea estrés.


Como si todo esto fuera poco, ahora parece que hay una abeja asesina. ¡No tenemos paz!


Siento que vamos a tener que hacer algo distinto urgente. Así no podemos seguir. No sé cómo, tampoco. Vamos a tener que cambiar. Si bien no soy amante de los cambios, le doy la bienvenida a este. No quiero volver a lo de antes. No digo que me esté gustando la cuarentena, pero tampoco me disgusta tanto. Parece que el mundo funciona mejor sin nosotros. Y tendríamos que tenerlo en cuenta para ese cambio que avecino. Si no cambiamos, nos vamos al tacho. Más señales no puede haber. Seríamos muy necios si no las vemos y no actuamos en consecuencia.


Estos días sin poder salir me hacen tener una noción mucho más vívida del paso del tiempo. Es una angustia que no sé cómo explicar. Se me hace carne en el cuerpo.


Ya es tiempo. No queda otra que sanar.

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