Zoom para la clase de cuarto grado. Pienso en la palabra zoom, que te
puede acercar, y te puede alejar. En este caso, se trata de la plataforma
online para dar clases. En este caso, hoy, y como tantas otras veces, aleja.
Voy al link y me pide la contraseña. La escribo. No la acepta. Copio y
pego. Pruebo otra vez. No hay caso.
Le digo a mi hija: no empecés a llorar.
Mi hija me contesta: trato.
Pregunto en el grupo: ¿entraron?
Respuesta: sí.
Otra respuesta: parece que el profesor tiene problemas con internet.
Mi hija se alivia: ah estoy más tranquila entonces. Pero quería hacer la
clase.
Yo: ¿querés que probemos una última vez?
Mi hija: una sola vez más, y si no, nos vamos.
La contraseña es incorrecta.
Fin de la clase que no pudo ser.
Siento que me voy a deprimir. Esta vez no, no me dejo vencer y pienso
qué puedo sacar de bueno de esta situación: la importancia de insistir cuando
queremos algo, pero a la vez, darse cuenta de abandonar cuando no va. No para
siempre, claro, ya va a haber otros zooms donde sí podamos entrar. La
importancia de poder tolerar la frustración. Entender cómo se enoja cada una y
cómo entre las dos resolvemos las situaciones que nos presenta este momento tan
difícil, de la forma en que mejor podemos. Y no nos sale tan mal, dentro de
todo. Increíble todo lo que aprendimos.
Fue una buena clase.
No hay comentarios:
Publicar un comentario