miércoles, 20 de mayo de 2020

La Tana se pone los auriculares


La Tana se pone los auriculares, lista para empezar su curso. Aprovecha y se pinta las uñas. Hoy tiene energía y la quiere aprovechar. Vaya a saber cuánto le va a durar. Recibe un mail de su jefe que le pregunta algo que no entiende. A la Tana le interesa más lo que escucha por los auriculares. Está en horario de trabajo, tiene que responder. Esto de hacer home office no la termina de convencer; pero no queda otra, nadie puede salir ahora. Le responde al jefe mientras presta atención a la clase. Espera que el piloto automático le funcione bien, que envíe la respuesta que se espera de ella. Rulo le habla, desubicado, nunca se da cuenta de que no es el momento. O quizás ya no hay momentos adecuados. Quiere estar sola. Rulo se enoja y no entiende. Parece que entre la bronca de que no la dejen tranquila y el hecho de tener puestos los auriculares, le contestó a los gritos. Se disculpa y le explica que grita porque tiene los auriculares. La excusa perfecta para disimular su bronca. Después de todo, no es culpa de Rulo que ella ya no aguante más a nadie. Rulo, embalado con alguna de sus ideas  ni registra la situación:  le habla y le habla;  ella no entiende lo que dice, pero pone cara de que sí. No le interesa ni quiere que le repita nada. Lo único que quiere es que termine de hablar y se vaya. Parece que ya terminó, porque la está mirando, a la espera de alguna respuesta. La Tana asiente,  y parece que eso era lo que Rulo esperaba, porque se va contento a la pieza. La Tana no tiene ninguna gana de saber a qué dijo que sí, por el momento no le importa. Lo único que quiere es un poco de paz. Una vecina pregunta por el grupo de whatsapp del consorcio si la pantalla del televisor  también se les pone blanca. Un vecino contesta que sí. La Tana putea. ¿Qué mierda le importa a ella el televisor? ¡Comprensé una vida, pelotudos! No lo escribe en el chat, aunque ganas no le faltan. Se mira las uñas y le gusta cómo quedaron. Coloridas. Quiere seguir con los auriculares puestos para siempre, no sacárselos nunca más. Vivir en esa nube, escapar de la realidad que la abruma. Todo cambió con esta cuarentena. Lo cercano se le hace extraño. Lo lejano se le hace querido. Evasión será, piensa. O será ella así, lejana, distante. Ajena. O enajenada. Va al baño, sigue sin sacarse los auriculares. No quiere desconectarse de esa desconexión que la ayuda a soportar el mundo. Escucha a los vecinos que se pelean. Putea. No los quiere escuchar, pero no puede evitarlo. La puta madre, que se callen de una vez. Ya está harta de todo. Fantasea el momento en que se termine esta cuarentena y pueda irse a la mierda. Lejos de todos estos locos que no la dejan tranquila. Ya está de mal humor otra vez, siente que le arruinaron el día. Todos. Ahora lo que escucha por los auriculares la aburre; así y todo no se los saca.

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