Desde que empezó la
cuarentena, me dediqué a escribir sin parar. Lo tenía como una asignatura pendiente
y decidí que esta situación era el mejor momento para saber si la química funcionaba.
Así fue como relatos personales, otros inventados, adornados algunos, quedaron
flotando en algún lugar de la nube. Hasta alguna poesía también, ante mi
asombro. Descubrí personajes que jamás me hubiera imaginado que estaban en mí. Encontré
en este espacio un alivio para mis días. Sentí el entretenimiento y el goce de
buscar la palabra precisa, el adjetivo justo. Leí en voz alta, escuché el ritmo
que marcaban mis textos. Y descubrí que lo disfruto mucho.
Hoy estuve haciendo lo
mismo, pero con las palabras de otra persona. Ya lo había intentado antes, durante
esta cuarentena, pero no podía. No me podía concentrar en transmitir lo que
otro había escrito. Se ve que necesitaba encontrar mis propias palabras a lo
que estaba viviendo. Hoy, por un hecho fortuito, totalmente ajeno a mi voluntad,
se dio la posibilidad de retomar un
proyecto que ya consideraba perdido. Así que puse manos a la obra, con la
adrenalina a pleno. Y las palabras salieron a borbotones, como si las
escribiera yo, como si todo este tiempo de mirar ese texto y sentir el vacío de
no poder transmitirlo, en realidad hubiera sido una preparación para lo que
estaba por venir. Y salió como una cascada. Con el mismo ritmo y las mismas
sensaciones que me transmitió su bella autora cuando lo leí. Fue raro volver a
apropiarme de un texto ajeno. Sentir ese respeto reverencial ante una obra
escrita por otra persona, un texto bellísimo, que hoy por fin me animé a tocar
sin temor a arruinarlo, sintiendo que de ese encuentro podía salir algo tan
bello como el original. Hacía mucho que no me pasaba. Sentí el placer de
siempre. El que me llevó a transitar estos caminos de sensaciones a través de
la palabra. El goce de encontrar el equivalente adecuado. La palabra que
resuena en el cuerpo y hace eco en el corazón.
Hoy traduje un cuento. Y ya no
me importó más nada de lo que fuera a pasar después. Fui feliz.
Y descubrí que puedo tener
dos grandes amores.
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