jueves, 16 de julio de 2020

Cosas que me llevaría

De repente, se nos vino una pandemia. El mundo cambió todos sus paradigmas. Tuvimos que reformularnos nuestras creencias y tratar de entender dónde estamos parados ahora. Las prioridades cambiaron, a pesar de nuestra insistencia en seguir viviendo como si no pasara nada. Lo que pasó se impuso como un rayo en medio de la tormenta, y no quedó otra que aceptar que lo que llamábamos normalidad ya no es normal,  que si necesitamos una normalidad vamos a tener que volver a crearla. Y no sabemos cómo.

En medio de todo esto, la muerte acecha. Para algunos más real que para otros, pero ahí está, nos guste o no. Pienso qué me llevaría conmigo si fuera a morir mañana. Sola, como parece que es la muerte ahora. Cuál sería mi última compañía en ese trago amargo.

No sé qué elegir, la cuarentena me trajo todos los recuerdos juntos. De los lindos y de los feos.

Me acuerdo de la primera persona que me regaló un anillo, que era de su difunta madre. Cuando nos separamos me lo pidió de vuelta. Me acuerdo de que el anillo era hermoso, pero no puedo recordar cómo era. Ni la cara de la persona que me lo regaló y me lo sacó.

Me acuerdo de la vez que llegué tarde a Retiro a tomar un micro para ir a visitar a mi abuela. Mi mamá me esperaba e hizo todo lo posible para que el micro también lo hiciera. Sin éxito, por lo que ella se subió y partió. Sospecho que muy enojada y preocupada. No había celulares como hoy en día, así que viajó sin saber qué me había pasado. No me había pasado nada, por suerte; lo que no recuerdo es si esto la alivió o la enojó todavía más.

Me llevaría el único amanecer en el que pude ver cómo el sol subía sobre el mar. Viví muchos amaneceres, todos muy hermosos y memorables, ya sea por la situación en sí, o por las personas con las que los compartí. Pero de ese fenómeno pude ser testigo una sola vez.

Me llevaría los veintiún kilómetros que corrí en Mar del Plata. Cada kilómetro, me llevaría. La envidia por la remera de los que corrían diez kilómetros, que era mucho más linda, para mí. Y la envidia de verlos volver mucho antes que yo. Me recuerdo corriendo bajo un sol radiante. Y después bajo una lluvia torrencial. Por esas calles llenas de subidas y bajadas, con el mar como única compañía. Bellísimo. Esa carrera es muy dura, pero tiene esas maravillas que hacen que valga la pena el esfuerzo.

También me llevaría todo lo que vengo escribiendo desde que empezó la cuarentena. Después del cachetazo inicial, decidí que era el momento de hacer algo que siempre tuve ganas y siempre postergué: escribir. Y no paré más.

Me llevaría el perro que siempre quise adoptar y no pude, por desacuerdos conyugales. Toda la familia quiere, menos mi marido. En casa no rige la democracia, definitivamente.

Me llevaría la risa de mi hija, la nueva voz de hombre de mi hijo, y la forma en que me mira mi marido, todavía, y después de tantos años.

En realidad, me gustaría terminar mis días abrazada a ellos, rodeada de su amor. Para no morir del todo, mientras queden los momentos.

 

 


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