Lo
miro fijo. Lo vuelvo a mirar. No me dice nada. Lo acaricio y está frío. Su
coraza de metal lo protege a él y me permite a mí agarrarlo sin quemarme. Siempre
quise tener un Stanley, pero son muy caros. Así que cuando mi marido lo vio en
oferta en la feria del parque ni dudé. Y lo bien que hice.
Mi
termo es azul. Eso me encanta, porque dentro de la uniformidad de los termos
Stanley, ese color no es tan común. En
algún punto lo siento especial. Un detalle de color, por hacer una metáfora al
respecto.
Otra
particularidad que tiene es un estampado que dice "La Barrancosa".
Porque mi termo es un termo secuestrado, de ahí la oferta, y la posibilidad de
comprarlo a un precio accesible para mí. Mi termo es un saldo de algún regalo
de fin de año que la susodicha empresa encargó para sus clientes, supongo; como
trabajadora nunca recibí un regalo de semejante magnitud. Ojalá. De ahí mi
conjetura de que su destino era algún cliente importante y no un empleado de la
empresa. Bueno, se ve que sobraron termos y alguien consideró mejor venderlos y
hacerse unos mangos que dejarlos en un depósito abandonados a su suerte. Alabada
sea esa persona. Tuve algunos pruritos al principio, debo confesar. Pero mi
fuerte deseo de tener un Stanley hizo que acuñara el famoso dicho de que quien
le roba a un ladrón tiene cien años de perdón, y acá estoy, feliz poseedora de
mi termo Stanley azul que dice "La Barrancosa".
Las
letras son plateadas, así como la base y la punta del termo. Tiene el pico
vertedor original, que está buenísimo. No hay forma de que se vuelque el agua.
Tiene una manija, también azul, sostenida por dos arandelas plateadas.
Es
un poco pesado para mi gusto. En general, los otros termos son mucho más
livianos. Pero ya me acostumbré. Además, me aseguraron que su pesadez se debe a
que son un caño, no se rompen por nada. Y está bien, menos mal, porque con lo
que salen debería uno poder llevárselos a la tumba. Yo, que soy rompedora de
termos de todo tipo, incluso de metal, vengo invicta con el Stanley. Por ahora
al menos. Y eso que ya ha sufrido alguno de mis descuidos.
También
dicen que mantiene el agua caliente por 24 horas. La misma caja donde viene el
termo lo dice. Por supuesto, hice la prueba. Y sí, efectivamente, el agua se
mantiene caliente por un día. No sé qué ventaja tendría ese hecho en mi caso,
si yo tomo mate todo el tiempo y mis termos se vacían mucho antes; pero mi
marido me dijo que es el termo que usan los camioneros, justamente porque les
sirve que el agua se mantenga a la misma temperatura en un viaje largo, por
ejemplo.
Lo
miro y me siento tan afortunada de tenerlo, que le quiero dedicar un poema.
Oda al Stanley
Oh,
bello Adonis azul
compañero
de mis días
mis
mañanas no serían lo mismo sin tí
mi
conservador de agua caliente favorito
espero
que nunca me faltes
y
que si ello ocurriera
otro
ladrón sin destino secuestre
a
alguno de tus hermanos
azul,
verde o bordó
del
color que sea
pero
fiel a tu raza
Stanley
de
mi corazón
no
permitas que mi torpeza
haga
mella en tu cuerpo metálico
estúpido
y sensual termo Stanley
brindo
por muchos años juntos
Valeria
Wald, tomadora de mate contemporánea
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