Éramos pocos y se vino la pandemia. Si ya espiar estaba complicado, imaginen ahora, sin poder salir. Dirán que Internet es una herramienta fantástica para el espionaje, y estoy de acuerdo. Zoom es un gran aliado, es como ver una película en el cine, con pochoclos y todo. Y gratis, con solo accionar algunas teclitas que no voy a decir acá cuáles son. Me gusta la película para mí solo. Además de que me quedo sin laburo si todos saben cómo hackear. La calle está dura, hay mucha competencia en esto del espionaje. Si no, pregúntenles a los del gobierno anterior. Soy una novata al lado de ellos. Pero me las rebusco, ¿eh? Trabajo no me falta. Siempre hay algún novio celoso o alguna novia despechada que quiere saber en qué anda el otro. Confieso que esos son los trabajos más aburridos. Horas de seguir a personas que no hacen absolutamente nada de nada. Que escriben mails laborales como la cosa más osada del día. Me duermo del aburrimiento. Es insalubre.
Extraño esas caminatas para reflexionar sobre
todas las pistas obtenidas. Ese despejar la mente y encontrar la clave para
develar el enigma. Ese poder unir las piezas del rompecabezas y encontrar la
solución. Y cobrar por supuesto. Que no solo de arte vive el detective.
Consulté con mi colega Rogelio García Lupa.
Quería saber cómo la estaba llevando en estas épocas tan extrañas. Me arrepentí
al instante. Tuve que cortar porque sus lágrimas invadieron el Meet. Temí que arruinara
su computadora. No solo por el agua, sino por la salinidad. Sospecho que no le
hace bien al teclado. Y no le quería agregar otro problema al pobre detective
Lupa.
No conforme con cómo venía la investigación,
esta vez me conecté con mi colega y gran amiga Elsa Bueso. Me dio muchos y
sabios consejos, que no entendí porque la comunicación se entrecortaba todo el
tiempo.
Mi amiga inglesa, Ella Gente, en cuanto se
despertó quiso ayudarme. El problema fue que no la atendí, porque estaba
durmiendo. Acá eran las 4 de la mañana. Mi profesor de la Escuela de Detectives
“La Huella Escurridiza”, me hubiera bochado de saber que cometí el error
imperdonable de desconectar todas las computadoras y el celular. Eso nunca se
debe hacer en medio de una investigación. Pero la pandemia me agota y
necesitaba un descanso. Por suerte ya me recibí de detective y no tengo que
rendir ningún examen. Pero me perdí hablar con mi amiga Ella, que siempre me
deja algún acertijo de regalo. Alguna adivinanza. Algún enigma que resolver.
Ella es muy generosa con sus amigos. Lamento no haberla atendido. Probé llamarla
ahora, pero se ve que es de mi misma escuela de desconectadores durmientes,
porque tampoco me respondió. Mucha globalización, pero la realidad es que no
nos comunicamos.
La respuesta me la dio Elinda Gador. Nada
mejor que tomárselo con calma, me aconsejó. Desayunar unos mates con unos
vigilantes. Y siempre, pero, siempre, darle grabar a todos los encuentros
virtuales.
Por último, hago un llamado a la solidaridad:
en estos tiempos de malaria, si sospechás que tus vecinos no hacen la
cuarentena, si querés saber en qué anda algún ex tuyo, o por cualquier otra
inquietud, comunicate conmigo a mi mail. Es píadora@nirastros.com. Me vas a hacer
un gran favor. De esta, salimos todos juntos, no hay otra.
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